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Navarette: No sigan este dinero

Navarette: No sigan este dinero


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Consideremos este argumento: ”Los individuos trabajaron arduamente para ganar su dinero. Les pertenece y, por tanto, pueden hacer lo que quieran con él. En eso se incluye enviarlo al exterior, si creen que eso es conveniente para ellos y sus familias. ¿Por qué debemos meternos en el asunto? Además, enviar dinero a otro país no significa que uno esté menos comprometido con éste.” Ahora bien, ¿quiénes, suponen ustedes, dirían algo así —en cartas a periódicos, en programas radiales o en los medios sociales? ¿Podrían ser los conservadores, que defienden el derecho de Mitt Romney a mantener sus inversiones personales en cuentas bancarias del exterior, y que se resisten a los pedidos de los demócratas de que el presunto candidato del Partido Republicano revele sus valores financieros, porque implican que tener dinero en bancos extranjeros es, en cierta forma, poco patriótico? ¿O podrían ser los liberales, que defienden los derechos de los inmigrantes –tanto legales como ilegales— a enviar miles de millones de dólares a miembros de sus familias en México y otros países, y que se resisten a los intentos de los republicanos para detener las transferencias de dinero o, por lo menos, para gravarlas severamente? Respuesta: Ambos. Y, en cada caso, encuentro que el argumento es persuasivo. Mi queja se refiere a los que, apelando a una ética situacional, no tienen problema con una de estas instancias de envío de fondos al exterior, pero arman un gran lío con la otra —todo dependiendo de su política o ideología. Comencemos con los envíos de dinero. Muchos estadounidenses tienen una conveniente manera de enterarse de la ilegalidad de un trabajador sólo después de que éste haya finalizado su trabajo. Pero una vez que se le paga el trabajo, es su dinero. Algunos inmigrantes quizás no hayan llegado aquí de la manera más honesta, pero el trabajo que realizan es trabajo honesto. No debemos fingir lo contrario. Ahora, Romney. Hablando de ilegalidad, los demócratas del Senado, que están tratando de presionarlo para que divulgue más información sobre cuentas en el exterior, están sugiriendo que podría haber quebrado la ley al utilizar las cuentas para esconder bienes y evitar pagar impuestos sobre ellos. Los legisladores están tratando de aprobar leyes que requieran que los candidatos a puestos federales revelen sus bienes en cuentas extranjeras. Entre los que persiguen a Romney por sus finanzas se encuentra el senador Dick Durbin. En un discurso en el Senado, el demócrata de Illinois atacó a Romney sugiriendo que es “el primer candidato presidencial de la historia de los Estados Unidos con una cuenta bancaria en Suiza” y afirmando que la utilización del republicano de los bancos extranjeros “suscita preguntas”. Romney no tiene interés en responderlas. En una entrevista con National Review, Romney trató de desechar el asunto diciendo que esos fondos son “administrados por un fideicomiso ciego” y que el fideicomisario determina “dónde están las inversiones”. Romney va a tener que responder mejor. Quizás no haya hecho nada malo. Pero hay un conjunto de reglas para los ciudadanos privados que administran sus portafolios, y otro diferente para los candidatos presidenciales. Tal y como están las cosas, Romney no se está haciendo a sí mismo, ni a su campaña, ningún favor al no reconocer lo mal que se ve querer ser el líder de un país mientras se acumula dinero en otros. Mientras tanto, las transferencias de dinero a México—que declinaron durante tres años debido a la recesión—parecen estar recuperándose. Se calcula que los envíos se acercaron a 23.000 millones de dólares en 2011, y siguen siendo la segunda fuente mayor de ingresos para México después de los ingresos petroleros. En Estados Unidos, esos envíos también siguen siendo polémicos para algunos. A algunos les molesta que los inmigrantes envíen dinero al exterior en lugar de gastarlo aquí y les molesta particularmente cuando los inmigrantes que hacen esos envíos viven en Estados Unidos sin documentos apropiados. Aún, al enviar los fondos, los inmigrantes no están haciendo nada malo. Es su dinero, y pueden enviarlo donde quieran. Además, no hay mucho de qué quejarse en este caso. Por cada dólar que los inmigrantes envían a casa, gastan fácilmente dos o tres dólares —en alquiler, comida, gasolina— sólo para vivir aquí. Los estadounidenses deben comprender nuestra historia correctamente. ¿Debería importar que los individuos enviaran dinero al exterior o no? En la mayoría de los casos, voto por “no”. Hay muchos asuntos reales que suscitan preocupación, en esta campaña. Éste no es uno de ellos. La dirección electrónica de Ruben Navarrette es ruben@rubennavarrette.com

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