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Salt Lake City – En esta edición de LIFEadvice me gustaría abordar la trágica muerte de tres jóvenes misioneros este fin de semana, la hermana Nancy Vea, de diecinueve años, de West Jordan, y los presbíteros Connor Benjamin Thredgold, del Springville Utah West Stake, y Yu Peng Xiong, del Kaohsiung Taiwan West Stake.
(Me ha tocado muy de cerca, dado que el padre de Connor es un querido amigo, un asesor de Claritypoint y hasta colaborador de esta columna.)
Mi corazón llora por esas familias, y estoy segura de que ustedes sienten lo mismo, por lo que me gustaría abordar algunas ideas que podrían ayudarnos a encontrarle sentido, a encontrar un lugar de paz y confianza y, de ser posible, a hacer que esta tragedia nos cambie y nos haga mejores.
En primer lugar, siempre hay que recordar que el objetivo de la vida es aprender a amar. Como digo siempre, “La vida es un aula”, y cada experiencia que vivimos tiene por fin enseñarnos a querernos y a querer a los demás en un plano más profundo. No se tienen experiencias dolorosas sin propósito alguno. No hay casualidades, y todo pasa por un motivo, pero algunas de esas enseñanzas son en extremo dolorosas, y la pérdida de un hijo es una de las peores.
Ante una tragedia, a veces podemos entender el sentido o el propósito de la experiencia, pero en otras ocasiones no podemos hacerlo. Pero siempre nos proporcionará cierto consuelo el hecho de elegir confiar en Dios y en que hay una razón, por más que no podamos verla. Podemos confiar en que nada pasará a menos que nos sirva a nosotros o a la humanidad en su conjunto de alguna manera. Confío en que Dios tiene un motivo para que esos tres jóvenes acudieran tan pronto a su llamado. Si bien eso no elimina el dolor, puede sernos de ayuda.
Sentí lo mismo tras la matanza de Sandy Hook, y me pregunté qué fin podría tener para el mundo la muerte de buenos niños. Algo que advertí en los días posteriores a esa tragedia fue que sentía más amor por quienes me rodeaban, y noté que casi todos sentían lo mismo.
Todos estábamos más cerca de nuestros hijos y sentíamos mayor aprecio por nuestros familiares y amigos. La experiencia de la pérdida nos cambiaba. Hacía emerger fuertes sentimientos de amor.
En momentos de duelo, junto con el dolor también experimentamos sentimientos asombrosos y tiernos de amor, tanto por quienes han partido como por la gente que nos rodea. Podríamos descubrir que los sentimientos de amor por familiares y amigos son más fuertes que lo habitual. Ese sentimiento más fuerte de amor que siempre acompaña a la pérdida es algo sorprendente y bello.
Podemos descubrir que nos es más fácil perdonar viejas ofensas o agravios cuando se experimenta el extraordinario amor relacionado con la pérdida. Las cosas que antes tenían importancia, pueden dejar de parecer relevantes. La gente puede parecer más importante que los problemas, y puede resultar más fácil ver lo bueno que lo malo.
A la hora de la tragedia, se nos recuerda la conexión que compartimos con los demás seres humanos. Tenemos mayor nivel de empatía y compasión por otros. Basta con pensar en los meses que siguieron al 11 de septiembre. ¿Recuerdan qué conectados nos sentíamos con los demás estadounidenses? ¿Recuerdan que de pronto nuestras diferencias parecían menores, y más las cosas que teníamos en común?
Todos experimentamos un amor más profundo por los demás cuando pasan cosas trágicas. ¿Podría ser eso parte de la razón?
Cuando la pérdida es personal o de alguien que conocemos, experimentaremos sorprendentes sentimientos de amor por esa persona de cuya profundidad no teníamos conciencia. De no haberse producido esa pérdida, tal vez nunca hubiéramos descubierto lo profundo que era nuestro amor. Tal vez nos genere curiosidad esa fuerte emoción. Hay que aceptarla y entender que nos demuestra la magnitud del amor que llevamos dentro. Hay que prestar atención a ese sentimiento y recordar que el dolor de la pérdida está inseparablemente unido a la maravilla del amor.
Si no se amara de forma tan profunda, la pérdida no dolería tanto.
Al sentir dolor por esos jóvenes y sus familias hay que recordar que el dolor está unido al amor que sentimos los unos por los otros como seres humanos, como comunidad y familias. Hay que celebrar el hecho de que se puede experimentar un amor profundo de esta forma. ¿No es asombroso sentir que, de ser posible, nos complacería soportar ese dolor en su lugar? ¡Nuestro amor es increíble!
La fuerza de la suma de nuestro amor y del mayor sentido de conexión puede crear una sorprendente energía que nos ayudará a sanar. Eso se siente siempre en los funerales, donde nos congregamos en la pérdida. También hay que advertir, en cada momento, que podemos concentrarnos en el dolor o en el amor. Hay que hacer todo lo posible por concentrarse en el amor y entender que el dolor posibilita la profundidad del amor.
A menudo estamos tan ocupados con responsabilidades y obligaciones de la vida que olvidamos ese amor profundo que nos conecta. Con frecuencia se lo hace a un lado. Si bien es terrible y dolorosa, la tragedia puede devolver ese sentimiento de amor a nuestra vida. Mi sugerencia, en este momento de tragedia, es simplemente: concentrarse en los sentimientos de amor y vivirlos. Amar a todos en la vida, de la forma en que se pueda. Atesorar cada momento de vida y de capacidad de amar. Asegurarse de que todos saben lo que sentimos por ellos.
En homenaje a quienes perdieron la vida esta semana, hagamos todo lo posible por llenar el mundo de amor en su nombre.
Hay que honrarlos dando muestras de mayor aprecio por nuestro cónyuge, nuestros hijos, amigos y vecinos. Hay que denunciar la injusticia y la crueldad más seguido, amar a la gente con más pasión y hacer más por aliviar el sufrimiento donde podamos hacerlo.
Hay que hacer que la pérdida nos haga mejores, más solidarios, sabios y afectuosos.
Aron Moss escribió un artículo maravilloso sobre este tema en el que explica: “En realidad no queremos respuestas, no queremos explicaciones ni queremos cierres. (…) Queremos que el sufrimiento llegue a su fin (…) pero no debemos dejar el alivio del sufrimiento en manos de Dios. (…) Él espera que lo hagamos nosotros. Es para eso que estamos aquí.”
Hay que honrar la memoria de aquellos a quienes hemos perdido siendo una fuerza de amor en este mundo. Hay que realizar más actos de bondad, hacer el bien más a menudo y amar a los desconocidos que nos rodean. No hay que esperar que alguien pida ayuda sino que, al percibir la necesidad, hay que intervenir sin que nos lo pidan. Hay que brindarse a quienes sufren aunque todo lo que podamos ofrecer sea un abrazo.
Pueden hacerlo, y podemos hacerlo juntos.
Kimberly Giles es la fundadora y presidenta de claritypointcoahing.com. También es autora del nuevo libro “Choosing Clarity: The Path to Fearlessness” (Elegir la claridad: El camino a la valentía”, además de asesora y conferencista.Cecilia Beltramo is a Uruguayan translator, journalist and borzoi breeder living and working in Buenos Aires, Argentina, for several years now for both local and international media. You can contact her via email at: ceciliabeltramosalaverria@gmail.c









