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Los verdaderos obstáculos de la reforma migratoria


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Después de que los electores latinos ayudaran a reelegir al presidente Obama —ganando los estados indecisos de Nevada y Colorado y contribuyendo a las victorias de Florida y Virginia—surgió rápidamente un consenso, entre comentaristas y observadores políticos, de que el quid pro quo incluiría una reforma migratoria integral. ¿Pero qué significa eso? Para los nativistas que temen la latinización de los Estados Unidos, reformar el sistema migratorio significa construir cercas más altas y rechazar todo lo que se parezca a una “amnistía”, para los inmigrantes ilegales. Para la comunidad empresarial y la industria de alta tecnología, significa reconocer el hecho de que hay tareas que los estadounidenses o bien no desean o bien no pueden realizar, y facilitar la contratación de trabajadores especializados del exterior. Para los de la extrema izquierda, significa un camino acelerado a la ciudadanía estadounidense para millones de inmigrantes ilegales, que no cause molestias a los beneficiados con la exigencia de ciertos requisitos. Mientras tanto, para la mayoría de los estadounidenses, significa una combinación, regida por el sentido común, de tres elementos: Un programa temporal de trabajadores invitados, que puedan venir a los Estados Unidos por unos años y después volverse a casa; una seguridad fronteriza más fuerte y práctica, que siga los pasos de los que entran y salen conociendo su propósito; y un camino a una legalización ganada para la porción de la población indocumentada, que ha estado en el país muchos años. Cuando los medios hablan de la llegada inminente de la reforma migratoria integral, se supone generalmente lo siguiente: Supuestamente, los ajustes para nuestro sistema migratorio de los que habló el presidente George W. Bush, en la Casa Blanca, con el presidente mexicano, Vicente Fox, en septiembre de 2001, son trato hecho. Según nos dicen, los demócratas los quieren, y los republicanos los necesitan. Eso es cierto a medias. Los republicanos los necesitan. Pero los demócratas, en realidad, no los quieren. Nunca los quisieron. Sólo dicen que los quieren para engañar a los latinos y a los defensores de la reforma migratoria, a fin de que voten por ellos una y otra vez. Y ése es el motivo por el que, probablemente, la reforma no se lleve a cabo. Tendremos un debate, pero no llegaremos a una solución. Entonces, ¿por qué los demócratas no quieren una reforma migratoria integral? Por las mismas cinco razones que el líder demócrata del Senado, Harry Reid, se unió en 2006 y 2007, con el ala nativista del Partido Republicano, para impedir que se aprobaran los proyectos de ley bipartidistas y, en 2010, ayudó a hundir la Ley DREAM —un mini-programa de legalización para estudiantes universitarios y miembros de las Fuerzas Armadas. -- Los demócratas no desean que se los conozca, en futuras elecciones, como el “partido de la amnistía”, solidificando su reputación de ser blandos en la seguridad fronteriza. Ese factor no los ayudaría con electores blancos y negros, que se sienten amenazados y desean una imposición más estricta de las leyes migratorias. --Los demócratas desean seguir teniendo un mazo con que golpear a los republicanos, y convencer a los latinos de que el Partido Republicano les es hostil a ellos y a sus inquietudes. Eso facilita las campañas, y les consigue votos en estados cruciales que no han ganado. --Los demócratas desean complacer a los sindicatos, que se oponen a todo intento de reforma migratoria que incluya la mención de trabajadores temporales. Es decir, toda propuesta que tenga chance de ganar los votos republicanos necesarios para su aprobación, porque los demócratas están muy divididos en este tema. --Los demócratas desean evitar un polémico debate que seguramente dividiría a la base demócrata, al enfrentar a los latinos y defensores de la inmigración contra los sindicatos, los afroamericanos que se sienten desplazados en la jerarquía racial y los que quieren restringir la inmigración, para proteger a los trabajadores estadounidenses. --Los demócratas desean preservar el actual sistema, que les funciona de lo más bien. No hacen nada para arreglar el problema, por tanto no cargan con la reacción negativa que podría producirse si actuaran, y los republicanos usaran eso contra ellos. Se le echa la culpa al Partido Republicano, por ser “obstruccionista”. Los sindicatos están contentos. Los latinos engañados. Y todo está en orden. No se engañen. Independientemente de los resultados de las elecciones y de la agitación en el Partido Republicano, los demócratas del Congreso no tienen ningún deseo de realizar una reforma migratoria integral. Ahora que los electores latinos han dejado oír su rugido, los demócratas simplemente, deben ser más hábiles en engañar a estos electores para que piensen que están haciendo lo que los latinos les han pedido, mientras continúan haciendo lo que quieren hacer. Ese es el ineludible paradigma del debate migratorio. Indignarse con los republicanos el Día de la Elección, no lo modificó. Si quieren modificarlo, traten de ahorrar parte de la indignación para los demócratas. La dirección electrónica de Ruben Navarrette es ruben@rubennavarrette.com

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