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Molas de Panamá, "souvenir" cargado de arte

Molas de Panamá, "souvenir" cargado de arte


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Artículo mundialmente identificado con Panamá, la mola es uno de los "souvenirs" más codiciados por los turistas que visitan el país del Canal aunque, como obra de arte, no parece ser suficientemente valorado por los propios panameños. Son unas labores textiles elaboradas por la superposición de distintas capas de telas, formando muy diversos diseños y que son características de los Guna, un pueblo indígena que habita una comarca autónoma en la costa del Caribe de Panamá y se adentra en la fronteriza Colombia. Se trata de un arte "utilitario" y eminentemente femenino, ya que con las molas, las mujeres de esta etnia indígena confeccionan el peto y la espalda de sus blusas, y son ellas mismas las que tradicionalmente se encargan de idear los diseños, elegir los colores y coserlas. DEL CUERPO A LA TELA Según los investigadores, el origen de la mola está en las pinturas con las que los gunas adornaban sus cuerpos en tiempos precolombinos, pero que con la llegada de la "civilización" a América y la prohibición de la desnudez por los misioneros, fueron trasladadas a las telas. "La mola ha ido evolucionando con el correr de los tiempos; primero los diseños eran pintados sobre el cuerpo con pigmentos vegetales y más tarde, con la llegada de los invasores europeos, la mola sufre una drástica transformación", acabando por ser plasmadas en las blusas de las mujeres indígenas, asegura el artista panameño e investigador de la cultura Guna Oswaldo de León Kantule. Según De León Kantule, los gunas se aliaron con los ingleses frente a la Corona española y éstos, en el intercambio comercial, les proporcionaron las telas, hilos y tijeras, con lo que nació "una nueva técnica que no sigue el patrón rígido de un telar, sino que es más libre y lo hace único, ya que las líneas y cortes solo siguen los caprichos de la mano del artista". El pintor panameño, perteneciente él también al pueblo Guna, rechaza la idea de que estos textiles puedan ser tenidos como una simple artesanía: "Considero que las molas son arte y van mucho más allá, ya que cumplen con una finalidad estética o comunicativa, y a través de ellas se expresan ideas, emociones y una visión del mundo", afirma. El colorido de los dibujos y diseños geométricos que se plasman en las molas esconden la mitología de este pueblo indígena, su cosmogonía, la visión de su entorno, la flora y la fauna que les rodea y su relación con la naturaleza y con el mundo. "La mola es una forma de comunicación, ya que está llena de la historia de la comunidad, su cosmovisión, y mantiene códigos de comunicación comprensibles por la comunidad, por esta razón la llamo un 'libro ambulante'", afirma el artista, quien dijo que estos trabajos pueden analizarse desde la óptica de diferentes estilos artísticos como "el figurativismo, el pop art, el op art y, por supuesto, como arte abstracto". UN LENGUAJE CODIFICADO PARA LA COMUNIDAD De León Kantule, que ha visitado museos en todo el mundo que poseen colecciones de molas para estudiarlas, asegura que los diseños laberínticos de las molas responden a varios principios que sigue el arte tradicional de su pueblo, como la dualidad, la abstracción y la repetición. La dualidad tiene su base en "la espiritualidad guna, que cree en la existencia de dos seres supremos en uno solo para referirse al creador: Baba y Nana (padre y madre)", mientras que la abstracción, con la eliminación de elementos y la simplificación de formas, "crea un lenguaje codificado comprensible para la comunidad", referente a elementos protectores contra enfermedades o enemigos, lo que hace que uno de los motivos tradicionales sean las plantas (medicinales), dice el experto. "Estos diseños, al ser repetidos, crean un efecto visual mucho menos comprensible", dice el artista, que explica que la repetición y lo visual tienen enorme importancia en la cultura Guna debido a que tradicionalmente su lenguaje es oral y no escrito, lo que los hace fundamentales para "la enseñanza de la memoria colectiva a las nuevas generaciones". El efecto óptico que produce todo esto, junto a los diseños laberínticos de las molas, es de profundidad, tridimensionalidad y movimiento. ARTISTA EUROPEOS ENAMORADOS DE LAS MOLAS La fascinación artística por las molas viene de lejos. El recientemente fallecido coleccionista español de arte José Félix Llopis, que durante su vida atesoró unas 600 molas, contaba que la primera vez que había visto una fue en el taller de Pablo Picasso, en la década de 1940 en París. Posteriormente, a raíz de su llegada a Panamá en los años sesenta, se convirtió en un ávido coleccionista de molas, una expresión artística que le fascinó, al igual que anteriormente lo había hecho con el francés André Breton, el padre del surrealismo, o con artistas como el escultor abstracto británico Henry Moore o el pintor expresionista sueco Bengt Lindstr÷m. El reconocimiento del valor artístico de estos trabajos está demostrado por la existencia de colecciones de molas en numerosos museos de todo el orbe, como el de la Cultura del Mundo, en Gotemburgo (Suecia); el Museo Británico, en Londres; el Museo du quai Branly, en París; el Textil de Canadá, en Toronto; el Museo de Brooklyn, en Nueva York; el Peabody de la Universidad de Harvard, el Textil de Washington D.C., o la colección del Instituto Smithsonian, considerada por De León Kantule como "la más importante y numerosa que existe", parte de la cual se muestra en algunos de sus museos, como el Nacional del Indio Americano, en la capital estadounidense. "Irónicamente, en Panamá no existe ningún sitio donde se pueda apreciar una buena exhibición del arte de la mola, cuando debería de tener la colección más importante del mundo", se lamenta el artista guna, quien recuerda que José Félix Llopis, con su enorme colección, "en vida luchó en vano" por la creación de un museo de la mola en este país. Esto podría dejar de ser un sueño si fructifica una iniciativa de la Embajada de España en Panamá para conseguir un lugar que acoja la Colección Llopis, posiblemente en el Casco Antiguo de la capital, un proyecto en el que los herederos del mecenas artístico español se han comprometido a colaborar. Llopis llevó en los últimos años su colección a países como México, Puerto Rico o España, y tuvo que ser él quien efectuó la primera exposición de molas que se realizaba en un museo panameño, a finales de 2009 en el Museo del Canal. Quizá la falta de interés por las molas que caracteriza a la generalidad de los panameños se deba a que es algo que no les sorprende, que les ha acompañado desde siempre, ya que en Panamá no es raro toparse con una india guna ataviada a la usanza tradicional (molas en la blusa, la falda enrollada llamada saburet y el pañuelo rojo en la cabeza). Pero ese es el mismo motivo por el que también a los artistas de origen guna se les nota una influencia de las molas en su trabajo. "Con ellas nacemos, vivimos con ellas junto a nuestras madres, nuestras abuelas y hermanas. Personalmente, la gran influencia que hay en mi obra de las molas se ha profundizado cada día más", reconoce De León Kantule, quien se siente orgulloso de que hoy en día, cada obra suya "puede ser reproducida sin ningún problema como mola". Pero son los turistas y coleccionistas extranjeros los que demuestran una mayor avidez por las molas, existiendo incluso artistas gunas de prestigio internacional que son buscados por la calidad de sus obras, como Diego González, uno de los pocos hombres que cosen molas y que intenta huir del mero comercialismo inspirando sus trabajos en diseños antiguos. Diego González recibe encargos de embajadas y cuenta con clientes fijos en Estados Unidos, Europa o Japón enamorados de las molas que él cose, pese a lo cual en el pequeño puesto que tiene en el centro de artesanías de Balboa, también vende otros artículos más comerciales hechos con molas, como bolsos o carteras, más dirigidos al turista común. La comercialización más o menos masiva de las molas, de las que actualmente se hacen también cinturones, zapatos, bolsos, colchas o corbatas, es elemento de controversia entre los propios gunas, cuya tradición oral confiere a este arte un origen sagrado. "Me parece muy valida la comercialización de las molas, pero con normas bien establecidas para su control y para evitar su 'prostitución' como simple objeto del comercio masivo", asegura De León Kantule. "La mola como arte debe ser tratada como tal, ya que algunos países han comenzado a producir imitaciones de mola en textiles impresos para su comercialización masiva, haciendo un gran daño a la auténtica mola", agregó el artista panameño sin mencionar a una industria textil en particular. EFE

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EFE

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