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Cómo las publicidades sobre comida confunden a los niños respecto a la nutrición y la salud

Cómo las publicidades sobre comida confunden a los niños respecto a la nutrición y la salud


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El pediatra de Texas Stephen Pont sabe que el camino a un estilo de vida saludable no es fácil: de niño él tuvo problemas de peso.

“De niño era grandote”, dijo Pont. “Lo que más recuerdo es la marca Del Monte, tenían una línea de productos llamada Del Monte Lite, entonces a veces mis amigos se burlaban de mí llamándome Del Ponte Heavy (juego de palabras entre lite, “ligero”, y heavy, “pesado”)”.

Como la mayoría de los niños, durante su infancia Pont no cuestionaba el valor para la salud del cereal azucarado publicitado junto a los dibujos animados del sábado. Pero hoy, como presidente de la Asociación Estadounidense de Pediatría para la obesidad y padre de dos niños pequeños, Pont participa en los esfuerzos para limitar las publicidades de alimentos malos para la salud dirigidas a niños.

“Si tuviéramos menos comerciales de este tipo, me sentiría más cómodo como padre y me enojaría menos porque estas empresas no intentasen manipular a mis hijos para que adopten hábitos poco saludables”, afirmó Pont. “Piénsalo: si un individuo tratara de manipular a tus hijos de esa forma, saldrías a buscarlo. Es lo que las empresas están haciendo con algunas de estas publicidades”.

En diciembre de 2005, el Instituto de Medicina de EE.UU. publicó un estudio con la extensión de un libro que señaló que los comerciales de alimentos dirigidos a niños contribuyeron directamente a la triplicación de las tasas de obesidad entre niños y adolescentes desde los ochenta.

El estudio exigió a la industria alimenticia que se autorregulase respecto a la cantidad de publicidades dirigidas a los niños y la industria reaccionó: creó su propia organización de vigilancia de publicidades, la Children’s Food and Beverage Advertising Initiative, en 2006. Desde entonces, la vicepresidenta de la iniciativa y directora Elaine Kolish afirmó que hubo progresos, ya que empresas de alimentos modificaron sus recetas en forma voluntaria para reducir la cantidad de azúcar o agregar más cereales integrales, mejorando sus productos en cierta forma.

Otras empresas asociadas a la industria alimenticia también hicieron un esfuerzo. En 2006, poco después de la creación de la iniciativa, Disney retiró a sus personajes de las publicidades de alimentos malos para la salud. En 2012, la empresa fue más allá y prohibió las publicidades de comida chatarra en sus estaciones de TV, entre ellas ABC.

Desde la publicación del informe, los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades de EE.UU. informaron que las tasas de obesidad infantil entraron en una meseta a nivel nacional y experimentaron una leve caída en algunos estados, si bien no señalan un cambio en los comerciales como un motivo oficial.

Pero el profesor de Comunicación de la Universidad de Arizona Dale Kunkel sostiene que el progreso es ínfimo considerando lo mucho que EE.UU. tendrá que hacer para revertir la obesidad infantil.

“Nuestros niveles de obesidad infantil no tienen precedentes en la historia de la Humanidad porque estamos produciendo y promocionando alimentos malos para la salud”, afirmó Kunkel. “Mientras sigamos así, no podremos resolver el problema de la obesidad infantil”.

Comer “normalmente”

Aunque existan muchos factores que puedan influir sobre la salud y el peso de un niño, Pont señala que los comerciales continúan siendo una pieza importante del rompecabezas de la obesidad.

“No hay una única causa de obesidad ni soluciones mágicas”, explicó Pont. “Pero algunos factores contribuyen más que otros y la publicidad hace un aporte importantísimo al problema”.

Desde la publicación del estudio en 2005, se publicó una gran cantidad de investigaciones para apoyar la teoría de que cuanto más tiempo los niños pasan mirando televisión, más alto es su Índice de Masa Corporal (IMC), pero Pont señaló un estudio de 2009 como fundamental.

En él, los científicos expusieron a dos grupos de niños en edad de escolarización primaria al mismo programa de dibujos animados con diferentes comerciales. Un grupo vio publicidades de alimentos y el otro, propagandas de otros productos. Ambos grupos tenían galletas saladas Goldfish mientras miraban la tele. El grupo expuesto a las publicidades de alimentos consumió 45% más galletas que el otro.

“Los confunde ver tantos comerciales de alimentos malos para la salud que quedan normalizados en sus mentes”, afirmó Kunkel.

El estudio también descubrió que como las publicidades se concentran en las conexiones sensoriales con la comida —como hacer que una bebida parezca más apetitosa llamándola “Helada”—, ellas pueden crear y normalizar lo que se llama “hambre hedónica”, las ganas de comer o comer en exceso cuando el cuerpo no necesita más comida.

Kunkel afirma que tras décadas de publicidades y varias generaciones criadas con ellas, las comidas malas para la salud se han vuelto normales para niños y adultos.

“La industria estableció estas pautas normativas para las personas. (Por ejemplo) la mayoría de los estadounidenses les compra cereales azucarados a sus hijos”, dijo Kunkel. “En última instancia, los padres son responsables por sus hijos, pero si se crea un ambiente sociocultural que les dificulte tomar las decisiones correctas, no se puede simplemente alzar los hombros e ignorar el papel de las publicidades de la industria en este problema”.

Mensajes ambiguos

Pont y Kunkel sostienen que las publicidades son un problema muy grande para la epidemia de obesidad precisamente porque funcionan: al asociar imágenes y experiencias positivas a alimentos malos para la salud, hacen con que los niños los deseen y que parezca inofensivo comerlos regularmente.

“Para la persona promedio, en los comerciales parece que te están hablando directamente a ti, como si te hablara el vecino. Los adultos lo sabemos”, dijo Pont. “En el caso de los niños, las propagandas son aun más siniestras porque manipulan a personas que no tienen forma de descifrar los mensajes ambiguos que transmiten”.

Kunkel dice que los mensajes se hacen más ambiguos todavía cuando las empresas cambian recetas para hacer que alimentos malos para la salud parezcan más saludables.

“Si reduces 20% el azúcar en las Oreo, sigue habiendo mucha, y no es algo que deberías comer todos los días”, explicó.

Pero Kolish afirma que la industria alimenticia está buscando un equilibrio entre el combate a la obesidad infantil y la venta de productos. La modificación de recetas, por ejemplo, es algo que según Kolisha no sólo es complicado, sino que también debe ser hecho lentamente, con el tiempo, para que los clientes puedan adaptarse a los nuevos perfiles de gusto de algunos productos. Ella menciona al cereal como una de las mayores victorias de la iniciativa: en 2013, se prohibieron las publicidades de cereales para niños con más de diez gramos de azúcar por porción.

“Cualquier cocinero casero puede hablarte de alterar un poco una receta, pero es todavía más difícil a gran escala”, dijo Kolish. “También hay que considerar cómo se la usa —hace falta un poco de azúcar para que el cereal no se disuelva al entrar en contacto con la leche. El sodio impide que la comida se enmohezca. No es sólo el sabor”.

Tampoco es fácil identificar soluciones para la obesidad infantil, ya que muchas respuestas que parecen de sentido común no siempre funcionan por sí mismas. El ejercicio físico, por ejemplo, parece una solución obvia a cualquier problema de peso, pero Kunkel y Pont señalan que la falta de actividad física no necesariamente está conectada a la obesidad.

Si bien ejercitarse es parte esencial de una vida saludable, estudios mostraron que los niños con niveles bajos de actividad que participan en actividades con menos publicidades de alimentos, como jugar videojuegos en vez de mirar la tele, tienen valores de IMC más bajos que aquellos más expuestos a dichos comerciales y niveles bajos de actividad física.

Pont también afirma que si un niño come comida chatarra todos los días, la actividad física se torna discutible.

“Es muy difícil quemar suficientes calorías para mejorar la salud sin pensar también en la comida que consumimos”, dijo Pont. “Si uno se ejercita pero también come comida chatarra todos los días, no necesariamente va a quemar todo lo que consume”.

Buscando un equilibrio

Kolish no tiene reparos en admitir que las propagandas de alimentos cumplen un papel en la epidemia de obesidad, pero afirma que la enorme cantidad de investigaciones le indican las raíces del problema van más allá de los medios.

“Ocupo este cargo hace ocho años y parece que cada semana aparece otro estudio que relaciona la obesidad a algo nuevo”, dijo Kolish. “Hace poco leí uno que la vinculaba a los nacimientos por cesárea. ¿Quién podía saberlo?”.

Pero si las publicidades tienen un impacto tan grande sobre los hábitos alimenticios, entonces las de comida sana también deberían funcionar, razona Kolish. Sin embargo, hay pocas evidencias de ello.

Consideremos la icónica y extensa campaña “Got Milk?” del National Dairy Board de EE.UU. Los comerciales mostraban retratos de alta calidad de celebridades y atletas con bigotes de leche y textos que ensalzaban los beneficios de la leche para la salud. Pero la campaña fue abandonada en 2014 por no lograr aumentar el consumo de leche en EE.UU., que sigue cayendo incluso desde que “Got Milk?” empezó en 1993.

Kolish sostiene que parte del problema de campañas como aquella es que comercializan una commodity en vez de una marca.

“Si publicitas zanahorias, ¿por qué alguien compraría las zanahorias X en vez de las Y?”, dijo la ejecutiva.

A veces también hay una desconexión entre la afirmación de querer comer sano y comprar productos sanos, agregó Kolish.

“Por supuesto, la gente quiere comer sano y dice que quiere alimentos sanos”, dijo Kolish. “Se puede tener la mejor de las intenciones al entrar a un local de sándwiches y salir igualmente con uno de albóndigas con queso porque tenía buen aspecto”.

Hay que decir que Pont y Kunkel señalaron que nadie está haciendo campaña para que las empresas dejen de publicitar alimentos para niños; ellos no sostienen que los niños no deberían comer nunca tales cosas. Pont recomienda a los padres limitar el tiempo que sus hijos pasan frente a la pantalla para reducir la cantidad de marketing de comida que ven.

“Los padres deberían tratar de estar un paso delante de otras formas de publicidad además de la tele, como el GPS, los celulares y las redes sociales”, dijo Pont. “Puede que esas compañías lleguen a tus hijos de otra forma. Es muy importante saber qué están haciendo tus hijos”.

A casi una década de la publicación de aquel estudio del Instituto de Medicina en 2005, Kunkel afirma que tal vez sea hora de adoptar normas más sólidas.

“El Instituto de Medicina ya se pronunció”, dijo. “Le pidió a la industria alimenticia que se hiciera cargo de revertir el predominio de las publicidades de alimentos. Si no lo hace en el futuro inmediato, el Congreso debería aprobar leyes para lograr esa transformación”. E-mail: chjohnson@deseretnews.com Twitter: ChandraMJohnson

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Chandra Johnson

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