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La religión y el chocolate: una relación poco conocida

La religión y el chocolate: una relación poco conocida


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El chocolate tiene una historia intensa en la que están incluidos rituales mayas y aztecas centenarios, colonizadores españoles, y curiosamente, sacerdotes católicos.

Antes de ser entregado como regalo en forma de corazón para San Valentín o servido con malvaviscos en una bebida invernal deliciosa, el chocolate tuvo que deshacerse de su asociación a un placer impío y capear las críticas de los clérigos religiosos.

Los expertos en la antigua golosina comentan que sus enfrentamientos con la fe hacen que la historia del chocolate resulte más dulce, señalando que las quejas sobre su consumo llegaron directamente hasta el papa.

“Alguien le escribió al papa (en 1577) desde el continente americano… preguntando si los católicos podían beber chocolate cuando se suponía que estaban haciendo ayuno. ¡Él no respondió! Se rumorea que lo consideró una inquietud hilarante que ni siquiera valía una respuesta”, dijo Carla Martin, profesora de la Universidad de Harvard, con una risa disimulada.

Afortunadamente para los golosos, actitudes como la del papa finalmente se impusieron, allanando el camino para que el chocolate se convirtiera en el amado postre que es en la actualidad.

Atrapado en el fuego cruzado de la colonización

Los historiadores no saben en qué momento las vainas del árbol de cacao fueron transformadas por primera vez en un refrigerio decadente, pero en los tiempos en que Cristóbal Colón llegó a lo que es actualmente América Central en 1502, los granos de cacao eran muy utilizados por los mayas y los aztecas para ceremonias rituales y en bebidas a base de chocolate apreciadas por las elites.

También eran una forma de moneda. Sin embargo, la Rabino Deborah Prinz señaló que los patrocinadores españoles de Colón estaban mucho más interesados en la plata y el oro.

“Los europeos no tenían idea de que (con esos granos) se podía hacer una bebida chocolatada ni de que eran valiosos como dinero”, dijo Rabbi Prinz, que escribió “On the Chocolate Trail: A Delicious Adventure Connecting Jews, Religions, History, Travel, Rituals and Recipes to the Magic of Cacao”.

Lo que sí observaron los primeros exploradores del Nuevo Mundo fue que los indígenas acordaban un significado espiritual a los granos amargos.

“Para los mayas y los aztecas, el chocolate era en gran medida una fuerza vital. Lo veían como nosotros vemos la sangre, como un aporte esencial para la vida”, dijo Rabbi Prinz.

Cuando los europeos arribaron al Nuevo Mundo, poco a poco se acostumbraron al chocolate, que se preparaba como una bebida y se condimentaba con especias nativas. Martin señaló que los indígenas difundieron sus recetas tradicionales, pues con frecuencia eran contratados como cocineros por los colonos europeos.

Marcy Norton, profesora adjunta de historia en la Universidad George Washington, dijo que el chocolate pasó a ser una parte importante en la historia de la colonización inicial, ilustrando el proceso de transculturación, o sea la fusión de lo nativo con lo nuevo.

Su libro, “Sacred Gifts, Profane Pleasures”, hace un seguimiento del comercio del tabaco y el chocolate desde sus primeros tiempos y analiza cómo estos productos fueron perdiendo su significación ritual a lo largo del tiempo. El proceso involucró a funcionarios políticos, médicos y religiosos que se ocuparon de dar un nuevo objetivo al chocolate para el mundo europeo.

La controversia eclesiástica del ayuno

Si bien el chocolate era considerado a veces como afrodisíaco y se conocían sus propiedades de estimulante químico, en un primer momento, al menos, entre los miembros del clero no existió ningún desprecio hacia esta golosina, dijo Norton.

Los líderes religiosos advertían quizá sobre la excesiva indulgencia, pero aprobaban la mayoría de las cosas con moderación, dijo, agregando: “Debemos recordar que se trataba de una cultura bebedora de vino”.

No obstante, en la última parte del siglo XVI, y ya entrado el XVII, la iglesia católica mundial se había lanzado a “apuntalar” sus fronteras y había luchas internas relativas a qué conductas eran apropiadas para los sacerdotes y los creyentes cotidianos, dijo Martin.

Los sacerdotes se enfrentaron a la hora de establecer si la popular bebida con chocolate debía permitirse los días de ayuno eclesiástico, cuando los católicos estaban autorizados sólo a beber agua y vino. Los debates hicieron resurgir preocupaciones olvidadas sobre ese dulce, en tanto el contingente contrario al chocolate destacaba su pasado pagano.

Un aspecto adicional de la discusión, que duró más de dos siglos, fue que para algunos era inapropiado que los sacerdotes defendieran algo tan autocomplaciente.

Martin relacionó esta reacción con el tabaco, que también desató debates sobre la conducta apropiada. “La pregunta que se hacía era ‘¿Cómo se ve afectada la fe si se consume este estimulante?’”, dijo.

Esta controversia sobre el ayuno generó varias obras literarias cómicas, dijo Norton. Se escribieron miles de palabras referidas al chocolate, si era un líquido o un sólido, si era una fuente de alimento o no.

A la larga, el debate se desvaneció, en tanto los líderes católicos se concentraron en temas más acuciantes. Y los amantes del chocolate finalmente rieron últimos, ya que los sacerdotes y las monjas contribuyeron a difundir la deliciosa golosina en toda Europa, dijo.

El dilema ético actual

Cuando da charlas sobre las poco conocidas relaciones del chocolate con las comunidades religiosas, la Rabino Prinz normalmente se siente impulsada a decir cuál es su chocolate favorito.

“Cuando oyen hablar de mi investigación, me preguntan ‘¿cuál es el mejor chocolate?’”, dijo. “Me gusta estructurar mi respuesta en términos de valores religiosos. Aliento a la gente a pensar si una empresa está volcada al comercio justo, si tiene una relación directa con los productores y si no oculta cuál es la procedencia del cacao”.

Su respuesta apunta a otro aspecto poco abordado de la relación entre religión y chocolate: la ética de la producción.

Estudiando la historia del chocolate, tanto la Rabino Prinz como Martin se horrorizaron al descubrir algunos de los momentos más oscuros, como por ejemplo cuando el trabajo esclavo se volvió esencial para su producción en masa.

“Al aumentar los deseos de chocolate, la demanda requirió más y más trabajo esclavo”, dijo Martin, quien en la primavera de 2013 dictó un curso llamado “Chocolate, Culture and the Politics of Food”. En la industria moderna se dan regularmente violaciones a las normas sobre trabajo infantil y situaciones de agricultores mal pagos.

Al hablar sobre estos aspectos incómodos de esta golosina popular, Martin espera sumar profundidad a nuestro apetito de chocolate, dijo.

“Debemos ser conscientes de esta historia y de los problemas actuales cuando elegimos qué chocolate comer”, dijo. Email: kdallas@deseretnews.com; Twitter: @kelsey_dallas

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Kelsey Dallas

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