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Ante el enorme déficit fiscal y la necesidad de asegurar los recursos para la financiación de los gastos del Gobierno, los dos candidatos a la presidencia Mitt Romney y Barack Obama coinciden en la necesidad de simplificar el régimen de impuestos, pero difieren en los mecanismos para lograrlo. Una de las acusaciones que Obama hace a Romney es que este no tiene en cuenta a la clase media, sino que su interés es favorecer a los ricos. Por su parte, Romney no solo niega esta afirmación sino que sostiene que es la receta de Obama, la que va a aplastar a la clase media. En medio de la complejidad de un tema que envuelve el análisis de cifras macroeconómicas que solo comprenden los expertos, algunos elementos mencionados por ambos candidatos pueden servir, para arrojar un poco de luz sobre el tema. Uno de los puntos mas determinantes tiene que ver con el impacto que tendrá en la economía, el modelo impositivo que se diseñe. Obama dice que subir los impuestos de los más ricos no afectaría el crecimiento económico, mientras Romney señala, que bajos impuestos para todos estimula el crecimiento de la economía y genera empleos. En este contexto ideológico los candidatos se enfrentan en una discusión muy intrincada, cuando descienden a los detalles. El plan de Romney incluye un recorte de impuestos de $ 5 trillones encima de la extensión de los recortes de la era Bush, que es otro trillón de dólares. Obama dice que en la práctica es imposible hacer un recorte de $ 8 trillones, simultáneamente reducir el déficit fiscal y hacer las inversiones que se necesitan, sin cargar estos costos a la clase media. Sin embargo, según el Tax Policy Center, teniendo en cuenta el plan en su totalidad, se reducirían las ganancia impositivas federales en $ 465 billones para el 2015, lo que añadiría otros 5 trillones en 10 años. Romney sostiene que él busca pagar los recortes a los impuestos eliminando los créditos, las deducciones y las exenciones en los impuestos. Los Republicanos señalan que los recortes de impuestos de Obama fueron de baja calidad, por lo que no produjeron la creación de empleos. Sobre los recortes de la era de Bush, Obama se declaró partidario de extenderlos a los poseedores de casa que ganen menos de $ 250,000 al año. Asimismo, propone la supresión del denominado Alternative Minimun Tax (AMT) que afecta a la clase media, y remplazarlo por un mayor impuesto a los millonarios. Romney ha pedido que se haga una reducción del 20 por ciento en los impuestos al ingreso de la era Bush. El también está de acuerdo en abolir el AMT. Obama, también quiere un impuesto del 15 por ciento en los dividendos y el capital de las familias que ganen más de $250,000 al año. Para quienes ganen más de esta cantidad, el porcentaje saltaría al 20. Por su parte Romney mantendría el capital ganado y los dividendos bajo un impuesto del 15 % para individuos con un ingreso anual superior a $ 200,000 y eliminaría estos impuestos a los que ganen menos de esa cifra. Sin embargo, los expertos señalan que mayores impuestos a los ricos no va a solucionar el problema del déficit. En cuanto al impuesto a las corporaciones, Obama reduciría el tope corporativo de 35 a 28 por ciento. Romney cortaría el tope del porcentaje corporativo a 25 y fomentaría la inversión doméstica, abriendo las puertas a las corporaciones que quieran repatriar sus utilidades. En cuanto a los impuestos a la herencia, Romney es partidario de suprimirlo en parte, para proteger los negocios familiares. Por su parte, el presidente Obama dice que es una mala idea. El candidato demócrata quiere reinstalar el impuesto a la herencia al nivel en que se encontraba en el 2009, con un 45 por ciento después de $ 3,5 millones, exceptuados en bienes traspasados a los herederos. La idea es que ello contribuiría de manera significativa a la reducción del déficit federal, sin amenazar la creación de empleos ni los incentivos al ahorro o la inversión. Romney es decidido partidario de abolir este impuesto, porque “tendría un catastrófico efecto para una familia propietaria de un pequeño negocio, en el proceso de pasarlo a la siguiente generación. Este impuesto crea unas obligaciones impositivas tales que la familia no las puede cumplir, sin disolver el negocio mismo.