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Con su mirada perdida en el infinito Gabriela (seudónimo que estamos usando a solicitud del entrevistado) relata la situación de su vida la cual creía era muy normal y estaba dispuesta a aceptarla con tal de darle una familia a su pequeño hijito. Llego a California con tan solo dos años de edad junto con sus padres. Fue una buena estudiante toda su vida. Terminó su secundaria cuando tenía 17 años con una beca para la universidad, la cual no aceptó porque tenía las posibilidades de trabajar y ganar más dinero en ese momento. "Mi padre me decía que el me regalaba el carro con tal que fuera a la universidad, ya que nadie en mi familia ni siquiera había terminado secundaria. Yo era la primera en mi familia que había llegado tan lejos con los estudios. Pero no les hice caso y decidí trabajar", relata Gabriela. Al cabo de unos años, decidió trasladarse a Utah, en donde empezó a trabajar inmediatamente y supuestamente encontró "el amor de su vida". Era muy atento, era el novio perfecto. Estaba pendiente de ella de recogerla y llevarla a su lugar de trabajo, le llevaba regalos, siempre que podían y que sus horarios se los permitían, estaban juntos. "No me daba cuenta que lo que él hacía era quitarme mi libertad, controlarme el tiempo y en dónde yo estaba, porque yo no podía ni siquiera hablar con nadie porque él se disgustaba. Yo pensaba que estaba celoso, porque me amaba, de manera que trataba de no hablar con nadie para no disgustarlo". Al poco tiempo, le pidió que ella se fuera a vivir con él a su casa. Fue una confirmación mayor para Gabriela del amor que él le tenía y la seriedad de su relación. Sin embargo, al otro día de haberse trasladado, se le hizo un poco raro que él le pidiera que tenía que contribuir con la mitad de todos los gastos. "No era lo normal para mí, porque tenía entendido que cuando uno vive con su pareja, viven como un matrimonio y no como compañeros de cuarto en donde todos los gastos tienen que ser repartidos por igual". Sin embargo, la jovencita lo aceptó, tratando de complacerlo a lo máximo para que siempre él estuviera contento, y de esa manera ella le demostraba a él lo mucho que lo amaba. Con el tiempo, la relación de pareja fue empeorando. Le prohibió hablar con sus hermanos, porque de pronto lo traicionaba. No podía salir con sus compañeras de trabajo, porque la acusaba de que lo estaba traicionando. Poco a poco, su vida social se cerraba más y más sin darse cuenta que él era un controlador y abusador. "Cada que se disgustaba, me gritaba y me decía que era una cualquiera, que esperaba que el volteara la espalda para traicionarlo. Y yo cada día hacía todo lo posible por no hacer las cosas que le disgustaban, para mantenerlo contento". Al ver que la relación entre los dos no era lo que ella había pensado, planeó devolverse para California a donde sus padres. "Unos días antes de la fecha que tenía para irme, me di cuenta que estaba embarazada. Ilusionada por ese bebé, decidí quedarme a su lado, pensando y soñando que la situación iba a ser diferente ya que él quería un bebé, tanto como yo". Las cosas no cambiaron, venían los maltratos y luego los arrepentimientos. Siempre le pedía perdón y le decía que esta vez él iba a ser un buen padre y una buena pareja. "Mija, ¡perdóname, perdóname, te prometo que de hoy en adelante las cosas van a cambiar! Voy a ser el mejor esposo y el mejor padre del mundo. ¡Por favor déjame demostrártelo!", relata Gabriela que eran las palabras que él le decía cada vez que disgustaban y ella por supuesto le creía y se ilusionaba pensando que esa vez sí iba a cambiar. Entre disgustos, promesas que nunca se cumplieron y un embarazo riesgoso, el tiempo transcurría. El bebé nació prematuro de manera que tuvo que permanecer en el hospital por un tiempo, mientras se fortalecía para poder ir a la casa. "Fueron tiempos muy difíciles, porque él no quería que yo viera al bebé. Cuando le pedía que me llevara a ver al bebé, simplemente me contestaba que el niño estaba bien cuidado por las enfermeras y que no me necesitaba". Fue una época muy difícil para Gabriela. Sin un carro para transportarse, sin dinero para tomar un taxi o transporte público, el visitar a su bebé era una tragedia. Pero ella seguía aceptando los malos tratos y los insultos, con tal de tener una familia para su hijo. Dejaba que le pegara, que la insultara, que la dejara por fuera de la casa, todo con tal de algún día ver cumplidas las promesas que le hacia de ser un buen padre y esposo. La situación en lugar de mejorar, cada día se ponía más tensa, hasta el grado que los hermanos del compañero de Gabriela llamaron a la Policía en varias ocasiones. "Pagué la fianza porque creía que iba a cambiar, pero todo fue inútil. Estaba un momento contento, amoroso, detallista y por cualquier pequeñez se disgustaba y así pasó mucho tiempo. Un buen comportamiento por un momento, y el resto del tiempo insultos y malos tratos. No me daba cuenta que era un abusador". Finalmente las cosas fueron tan mal que la última vez que la Policía intervino cuando los familiares de él la llamó, la Division of Child and Family Services (DCFS) intervinieron y se la llevaron con el menor para brindarle protección y amparo. Por medio de las charlas y seminarios a los cuales Gabriela ha asistido, aprendió a reconocer que ella era una mujer abusada, no solo físicamente, sino verbal y sicológicamente al coartarle su libertad. "Aunque al principio se sentía muy deprimida por estar en un albergue, ahora sé que es lo mejor que nos ha podido pasar tanto a mi hijo como a mí. Puedo ver que tengo un porvenir por delante, que puedo alcanzar mis metas de estudios y ser una mujer que sirva a esta sociedad y a mi familia", recalca Gabriela con un cambio en su rostro al ver que su horizonte se ha abierto. Concientización Octubre es el mes que se ha dedicado para que por medio de campañas se eduque a las familias, para que puedan reconocer los signos del abuso doméstico. "Esta serie de campañas reflexivas lanzadas al público en donde se enfatiza lo destructivo y bestial en que se convierte la violencia doméstica, las historias desgarradoras, testimonios e imágenes que quiebran los sentimientos, motiva a cuestionarnos si estamos haciendo lo necesario para detener esta epidemia social", comenta Pablo Tellechea, professional Relationship Coach de la Coalición Latina de Utah contra la violencia doméstica. Recalca, que en su opinión desde la víctima hasta el abusador, desde el maestro al doctor y desde un líder de la fe hasta un oficial de la ley, todos perfectamente saben que golpear, insultar, denigrar y menospreciar a un ser humano no es correcto, pero aún así, el abusador sigue golpeando, la victima sigue soportando y la sociedad dando la espalda. La violencia doméstica es todo acto de abuso sicológico, físico, emocional, sexual y material que existe en las relaciones cotidianas en la familia y en este tipo de conducta no hay ningún progreso o superación personal, a menos que se busque la ayuda de los profesionales. Se considera al abuso doméstico como un crimen silencioso, ya que prospera en una atmósfera de vergüenza, inadmisión, silencio y en la gran mayoría de los casos, negación. "Negación no solo de los que participan directamente en la conducta abusiva, sino también de toda una sociedad que necesita urgente la educación y concientización de que la violencia doméstica es un problema de todos", agrega Tellechea. ¿Quiénes pueden recibir ayuda? Karla Arroyo, directora de South Valley Sanctuary, un refugio para individuos victimas del abuso doméstico dijo a OKespañol que toda persona que ha sido o que está sujeta a cualquier clase de atropello doméstico puede encontrar el apoyo que necesita en su organización o en las organizaciones similares que hay en el Valle. "No necesitan tener una visa, no tienen que tener un seguro de salud, o ganar mucho dinero. Cualquier persona sin importar su posición, credo, sexo o estatus social recibe la misma ayuda, en el momento que acuda a nosotros". Alto a la violencia No permita una muerte más por el simple hecho de quedarse callado. Si ha reconocido que es víctima del abuso doméstico, hable con las autoridades respectivas y ellos les brindarán ayuda. Como miembros de la comunidad, cada individuo también puede ayudar a parar este mal silencioso que está carcomiendo la sociedad. Edúquese sobre el tema, acérquese a las instituciones en donde tienen programas de apoyo, ofrezca su voluntariado y no se quede callado cuando sea testigo de la violencia doméstica en cualquiera de sus formas. El abuso doméstico es real, lastima, condena y aisla. Es un problema de todos. Para información Si desea ayuda personal o mayor información sobre lo que puede hacer como individuo para terminar con el abuso doméstico, llame al 801 255 1095. She is the Community Editor and investigative reporter for OKespañol a Spanish publication of Deseret Media. She has more than 20 years of experience writing and editing in Spanish. She focuses on education, health and immigration.