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FAREED ZAKARIA: El capitalismo


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Mitt Romney explicó que sus comentarios expresados en el extranjero fueron nada más que la verdad. Dijo “generalmente digo lo que realmente pienso”. Hay un tema muy debatido – sobre las diferencias culturales entre israelíes y palestinos – en el que muchos están de acuerdo con él. Recibió aplausos en la página de la editorial del periódico, The Wall Street Journal, así como de columnistas como Marc A. Thiessen y John Podhoretz. Podhoretz escribió: “Cualquier persona que publique su comentario está ayudando a Romney a ganar las elecciones”. “La cultura es lo que hace la diferencia”, sostuvo Romney en un evento para recaudar fondos en Israel, comparando la vitalidad económica del país con la pobreza palestina. Ciertamente hay un pedigrí para esta idea. Romney citó a David Landes, un historiador de la economía. Podría haber citado a Max Weber, gran erudito alemán y primero en realizar esta afirmación, 100 años atrás en su libro "La ética protestante y el espíritu del capitalismo", donde argumentaba que los valores protestantes eran el combustible más importante, para el progreso económico. El problema es que Weber destacó dos culturas por ser especialmente propensas a la pobreza y al estancamiento, las de China y Japón. Sin embargo, durante las últimas cinco décadas, estas culturas fueron las grandes economías de mayor crecimiento en el mundo. En las últimas dos décadas, India, caracterizada durante años, por tener una cultura incompatible con el éxito económico (a ello se debe la frase “la tasa de crecimiento hindú” para describir el estado moribundo del país), se ha convertido en una gran potencia. Durante siglos, China se mantuvo estancada y de pronto, de una manera milagrosa, comenzó a industrializarse tres veces más rápido que el Oeste. Lo que provocó este cambio, ciertamente no fue la cultura de China, que presumiblemente era la misma en la década de 1970 que en 1980. El cambio fue impulsado, a partir de 1979, por las políticas económicas de China. Lo mismo ocurrió en el caso de Japón e India. Si Romney hubiera pasado más tiempo leyendo a Milton Friedman se hubiera dado cuenta de que, históricamente, el factor clave, para el crecimiento económico ha sido la adopción del capitalismo, y de sus instituciones y políticas relacionadas, a través de las diferentes culturas. El vínculo entre las políticas y el rendimiento se puede ver incluso, en el país en que Romney prodigó alabanzas. En sus primeras décadas, Israel tenía muchas características admirables, pero nadie lo habría llamado un milagro económico. Su economía era altamente estatista. La situación cambió en la década de 1990 con las reformas orientadas al mercado, – iniciadas por Benjamín Netanyahu – y las políticas monetarias sólidas. Como resultado, la economía de Israel creció mucho más rápido que en la década de 1980. El milagro que Romney estaba elogiando tenía que ver, no con la cultura profunda, sino más bien con las nuevas políticas. Irónicamente, el argumento de que la cultura es fundamental para el éxito de un país fue utilizado por los hombres fuertes de Asia, para argumentar que sus países no tienen que adoptar una democracia al estilo occidental. Lee Kuan Yew, político de Singapur, ha sostenido este argumento durante décadas. Es una afirmación extraña, porque el propio éxito de Singapur parece contradecirla. La situación no es tan diferente a la de la vecina Malasia. La diferencia fundamental está, en que Singapur tenía un liderazgo muy bueno que perseguía buenas políticas económicas con una disciplina implacable. A pesar de toda esta evidencia, la mayoría de las personas todavía cree que dos culturas, en particular, africanos e islámicos, inhiben el desarrollo económico. Pero los dos países próximos a alcanzar un producto bruto interno de 1 millón de billones de dólares son democracias musulmanas, Turquía e Indonesia. De las 10 economías de más rápido crecimiento en el mundo de hoy, siete pertenecen a África. El mundo está cambiando, y aferrarse a las ideas fijas de la cultura significa, perderse la dinámica de cambio. Cuando las sociedades o las personas tienen éxito, buscamos las semillas del éxito en sus culturas. Dado que la cultura, una gran caja de sorpresas, allí se puede encontrar lo que se desee. Observamos el éxito de los judíos, libaneses, chinos e indios en las diversas sociedades y lo atribuimos a la cultura. Pero en realidad puede provenir de las características de las poblaciones de la diáspora, pequeños grupos de inmigrantes emprendedores, obligados a vivir de su ingenio en culturas ajenas. Curiosamente, los palestinos tienen una reputación en todo el Medio Oriente por ser experimentados comerciantes y han tenido éxito en los Emiratos Árabes Unidos, Jordania y Arabia Saudita. La cultura es importante. Es la experiencia histórica compartida de las personas que se refleja en las instituciones y las prácticas. Pero la cultura cambia. La cultura alemana no era la misma en 1935 que en 1955. Europa supo ser un foco de nacionalismo violento, y sin embargo, hoy día es posmoderna y pacifista. Estados Unidos era una república aislacionista agraria, con una profunda sospecha de un ejército permanente. Actualmente, posee la mitad de la potencia militar del mundo. Daniel Patrick Moynihan dijo una vez: "La verdad conservadora es que es la cultura, no la política, lo que determina el éxito de una sociedad. La verdad liberal es que la política puede cambiar la cultura, y salvarla de sí misma". Esa sigue siendo la declaración más sabia acerca de este problema complicado, probablemente, demasiado sabia, para ser pronunciada en una campaña política estadounidense.

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