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RUBEN NAVARRETTE Aparentemente, al Procurador General, Eric Holder, no le llegó el memorando. Y el presidente Obama cruzó sus dedos mientras lo redactaba. Como algunos periodistas ya han comprendido, este gobierno es lo opuesto a la transparencia. El año pasado, Associated Press informó que, en más de un tercio de los pedidos de documentos públicos en 2010, el gobierno de Obama no proporcionó información alguna. Según la AP, el gobierno está dando a conocer menos documentos bajo la Ley de Libertad de la Información (FIA, siglas en inglés) de los que se divulgaron durante el gobierno de George W. Bush. Los funcionarios hasta censuraron casi 200 páginas de mensajes electrónicos internos sobre una directiva para un gobierno abierto. Y este gobierno es particularmente poco abierto en el Departamento de Justicia, especialmente cuando el tema en cuestión es el conflictivo programa conocido como “Rápido y Furioso”. En esta saga, Holder recientemente criticó a ciertos legisladores —que lo acusan de retener información sobre la operación— por convertirlo en el primer procurador general que se haya considerado en desacato del Congreso. Holder expresó que la Cámara de Representantes, bajo control republicano, lo estaba convirtiendo en “testaferro” para atacar a Obama durante el año electoral. Veintiún demócratas también votaron a favor del desacato, aunque docenas más salieron de la sala de votación en protesta. Holder expresó al Washington Post que los legisladores estaban utilizando la búsqueda de documentos como represalia contra el Departamento de Justicia por sus posiciones sobre una variedad de asuntos, que van desde la inmigración hasta el casamiento gay y los derechos electorales. Y demostró su desdén por un republicano en particular —el representante Darrell Issa, presidente del Comité de Supervisión de la Reforma Gubernamental de la Cámara, a quien Holder acusó de “no dejarlo en paz”. En un clásico “aluvión de documentos” (una maniobra defensiva que los periodistas investigativos conocen bien), el departamento lanzó una tonelada de papel sobre el comité de Issa, mientras investiga el programa llevado a cabo por la Oficina de Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos. El comité recibió unos 7.600 documentos. Holder es muy exagerado. Necesitaba proporcionar sólo un documento con las respuestas a tres preguntas: ¿Quién diseñó el programa? ¿Quién lo autorizó? ¿Quién sabía de su existencia? Como bonificación, también sería conveniente saber por qué el presidente Obama invocó el privilegio del ejecutivo de bloquear una citación del Congreso que pedía más transparencia. Como parte de la operación Rápido y Furioso, agentes federales permitieron que contrabandistas transportaran más de 2000 armas de fuego a México con la esperanza de que su pista los condujera a un cartel de drogas mexicano. Pero el plan sólo condujo al caos. Los agentes perdieron la pista de más de la mitad de las armas, que terminaron, según autoridades mexicanas, aumentando el derramamiento de sangre en el que han muerto más de 50.000 personas. Las armas también crearon confusión para los estadounidenses, apareciendo en escenas de delitos en Phoenix y otras ciudades estadounidenses. Se encontraron dos de las armas en el lugar donde asesinaran al agente de la Patrulla Fronteriza, Brian Terry, cerca de la frontera mexicana, en diciembre de 2010. Y otra podría haber estado involucrada en el asesinato de Jaime Zapata, un agente del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas, que murió de disparos en febrero de 2011. La debacle obviamente ha perjudicado las relaciones mexicano-americanas en un momento en que ambos países deben unirse para combatir a los carteles. Arturo Sarukhan, embajador de México en Estados Unidos, recientemente expresó a asistentes de un foro en Washington que, como resultado de esa operación, el pueblo mexicano duda del compromiso de Estados Unidos con la reducción de la violencia en México. Estos hechos también deberían empañar los esfuerzos de la campaña de reelección de Obama para atraer a los latinos. Probablemente no lo harán, porque la mayor parte de dicho esfuerzo va dirigido a los mexicano-americanos —de los que yo soy uno— y a muchos de ellos les importa más ser leales con los demócratas que lo que les suceda a sus parientes lejanos, al sur de la frontera. Es vergonzoso. Como todos los desagradables detalles de Rápido y Furioso, y todos los manejos del gobierno para encubrirlos. No hemos llegado aún al punto en que Holder debería renunciar, pero estamos cerca.