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Consejos de nutrición de la vida real para este año

Consejos de nutrición de la vida real para este año


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Si el viejo dicho inglés “eres lo que comes” es verdad, entonces actualmente soy una enorme masa de porquería azucarada. Mis hijos son nueces dulces y saladas. Este invierno boreal, mi esposo está viviendo en un mundo de malvaviscos de chocolate.

Sí, las Fiestas pisaron fuerte en casa este año, y está bien. No puedo imaginarme vivir sin darme algunos gustos dulces. A pesar de que mi trabajo se llame “profesora de gimnasia”, mi dieta en realidad no es una dieta. Mis vecinos me pidieron disculpas al dejarme galletitas y dulces en nuestra puerta y se sorprendieron cuando mi voraz persona se comió la mitad de sus ofrendas antes de que volvieran a poner un pie en la vereda. Hace dos años, mi abuela viajó desde Oregon para verme correr en el Maratón de Boston. Volviendo al hotel después de la carrera, paramos en Dunkin Donuts para que yo comiera mi tradicional merienda de celebración por haber llegado a la meta: una rosquilla de torta de chocolate. Está bien, lo admito, compré dos. La conmoción que reflejaba su rostro cuando vio que me las había terminado antes de que el ascensor llegara a nuestro piso fue tan hilarante como cualquier publicidad de American Express.

Lo que quiero decir es que por lo general llevo una vida saludable, pero no me privo de nada. No soy nutricionista, pero muchos miembros de gimnasios y amigos con los que salgo a correr me preguntan qué como y cómo. ¿Cómo puedo darme gustos pero mantenerme sana y en forma? A continuación les dejo algunos consejos de la vida real sobre comida que funcionaron conmigo.

Primero: no hago dieta. Una “dieta” es una auténtica mala palabra. En vez de prohibir alimentos “malos”, trato de incorporar más comida saludable en mi vida. Las dietas son temporales y yo pretendo vivir muchos años. No hago purgas. No elimino ningún grupo de alimentos en particular. Para algunos, estas soluciones temporales ayudan a dar el primero paso hacia un estilo de vida más saludable. En mi caso, ellas despiertan a la bestia devoradora de comida chatarra que llevo dentro. Basta decirme que no puedo comer algo para que de repente me obsesione tanto con las tortas de chocolate como mi marido con el básquet de Kentucky. Mi estómago no puede resistir para siempre y con frecuencia me encuentro con estoy demasiado llena para comer helado después de un gran tazón de fresas. Si no estoy demasiado llena, de cualquier manera reduzco bastante el tamaño de mi porción.

Segundo: Creo una rutina alimenticia. Para algunos, la gracia de la vida está en la variedad, pero como en cualquier bufet de autoservicio, si tengo muchas opciones, como demasiado. Soy una criatura de hábitos. La espontaneidad está bien siempre que se me dé una pequeña advertencia. Como más o menos lo mismo todos los días. La cena es la comida más flexible, pero de todas formas como platos básicos regularmente. Un gran bol de cereal con azúcar no me tienta a la mañana porque ya tengo avena en la mente. No me compro un paquete de papas fritas cuando mis hijos regresan a casa de la escuela porque estoy demasiado ocupada zampándome pochoclo aireado. ¿Puede volverse aburrido? Claro. Pero en general es un alivio. Tengo días ocupados y no quiero pasar tiempo decidiendo qué comer, mucho menos estimando el valor nutricional de cada colación una y otra vez.

Tercero: reduzco las tentaciones en casa. Me encantan las galletitas Oreo. Por eso no las compro. Los Cheetos horneados son mi kriptonita. Por eso no caen en mi carrito de compras hace años. ¿Un Cuarto de Libra con queso y papas grandes? Eso ya es cruel. Cuando mi esposo y yo salíamos juntos y él abrió mi heladera por primera vez, pensó que yo alojaba a extraterrestres. Un resplandor verde se reflejaba sobre el piso laminado – el resplandor de Mountain Dew. Tomaba camiones enteros. No tengo fuerza de voluntad. Soy débil y lo admito. Pero si la comida no está ahí, no puedo comerla, y la mayoría de las veces soy demasiado perezosa para ir hasta la tienda y comprarla. Ya no paso más por la ventanilla de autoservicio de los restaurantes de comida rápida.

Cuarto: me concentro en cómo me siento. La comida dañina me hace sentir bien en el momento, pero el resto del día me siento como la basura que comí. Por otro lado, el ejercicio es difícil cuando se empieza, pero el resto del día me siento energizada, con la cabeza despejada y confiada. Mencioné mi aventura amorosa con el Cuarto de Libra. Pero más bien es como una relación abusiva en la que, horas después, me duele el estómago, estoy letárgica y quejosa y me siento tan útil como una máquina quitanieves en verano.

Quinto: planifico con anticipación. Si vamos a salir a cenar con los colegas de trabajo de mi esposo, me fijo el menú del restaurante online. Con frecuencia también publican información nutricional. Una vez por mes me siento y planifico nuestro menú de cenas, tratando de tener en cuenta nuestros horarios. Inevitablemente, hay días más agitados, por lo que trato de mantener algunas comidas fáciles de preparar y saludables en nuestro congelador para armar. Tenemos una lista de todas las comidas de la semana en la cocina. Eso elimina el festival de quejas de mis hijos a la noche y también me ayuda a prepararme con anticipación. Ya arruiné demasiadas cenas por olvidarme de descongelar el pollo, pero ya no pasa tan seguido. Planificar con anticipación también evitó muchas veces que nos rindiéramos y pidiéramos comida por teléfono al no poder decidir qué cenar.

Sexto: no me privo de nada. Es cierto que como mucho mejor y mis elecciones “malas” no son tan atroces como otrora, pero si quiero comer algo, lo como. Saber que no hay nada que no pueda comer me facilita tomar buenas decisiones en el momento. No hay “últimas cenas” ni “permitidos”. Cuando me doy el gusto, trato de cuidarme con el tamaño de la porción. Sabiendo que tengo muy poco autocontrol, me resulta mucho más inteligente comprarme sándwiches de helado individuales que servirme un tazón de helado de los gigantescos tanques que a mis hijos les gustaría comprar. Una cucharada al tazón es una cucharada a la boca. ¡A los diez minutos ya comí mi peso en helado sabor Rocky Road! Con el tiempo descubrí que mis antojos son de comida más saludable porque mis hábitos alimenticios fueron mejorando. Sí, me encanta el helado sabor Rocky Road, pero a veces una manzana realmente basta para satisfacer mis antojos dulceros.

Séptimo: monitoreo lo que como. Hay quien deteste hacer eso y sienta que promueve el comportamiento obsesivo con la comida, pero en mi caso, comer sin sentido me trajo más problemas que cualquier otro hábito alimenticio. Es impresionante cómo algunas galletitas de chocolate y un par de bocados de las patitas de pollo de mis hijos se pueden acumular hasta adquirir proporciones dignas de una colación completa. Anotar todo, si bien no siempre influye en lo que elijo, por lo menos me ayuda a ser más consciente de lo que como. Hay aplicaciones gratis que no sólo monitorean la ingesta calórica, sino también la de carbohidratos, sodio y grasas, y las vitaminas y minerales en los alimentos que como. Incluso puedo calcular las calorías de mis recetas favoritas. La ignorancia definitivamente no es felicidad en lo que a comer respecta.

La vida es corta, y si bien quiero mantener mi cuerpo más sano para estirarla un poco más, también quiero disfrutarla mientras esté aquí, y a veces la alegría viene en forma de galletita. Pero una galletita, no diez, ni en cada merienda, ni cada día. La alegría también llega en forma de manzana y de la energía interminable que a veces supera a la de mis hijos. ¡Que tengan un año feliz y saludable!

Kim Cowart es esposa, madre, profesora de gimnasia las 24 horas del día, escritora y maratonista.Kim Cowart é esposa, mãe, professora de ginástica as 24 horas do dia, escritora e maratonista.

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