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Según un trabajo de investigación realizado por BYU y Ball State, los adultos jóvenes acuerdan un valor tal al matrimonio, que lo postergan hasta organizar todos sus asuntos. Eso puede implicar un costo, empero.
Los adultos jóvenes posponen casarse, no porque no les importe el matrimonio, sino por considerarlo muy importante, dice un trabajo de investigación realizado por científicos de la Brigham Young University y de la Ball State University publicado en The Journal of Psychology.
Los científicos pidieron a 571 estudiantes de Ball State solteros que pensaran en el futuro y predijeran cuánto esfuerzo y energía pondrían en el matrimonio, la paternidad, la profesión y el ocio/hobbies. Posteriormente dividieron un gráfico de torta en base a la importancia que acordaban a cada rol, dijo el autor principal Brian J. Willoughby, profesor adjunto en la Escuela de Vida Familiar de la Universidad Brigham Young. El total debía equivaler a 100 por ciento.
El matrimonio obtuvo casi 30 por ciento, aunque la paternidad y la profesión no quedaron muy alejados. No es sorprendente, dijo el co-autor Scott Hall, profesor adjunto de estudios de familia en Ball State, dado que las tendencias relativas al matrimonio, las tendencias relativas a la paternidad, las profesiones y las vidas sociales están integradas.
“Lo que descubrimos al hacerlo (asignar valores) fue que el matrimonio seguía siendo lo más importante que anticipaban en su futuro”, dijo Willoughby. “O sea que había más pruebas de las que habíamos visto anteriormente de que los adultos jóvenes todavía valoran el matrimonio”.
El valor del matrimonio en la sociedad actual ha aparecido en reiteradas oportunidades en los últimos años en tanto las tasas de matrimonio declinan y aumenta el número de parejas que conviven. Estados Unidos también experimenta una “división” con respecto al matrimonio según pautas educativas y económicas. Los adultos jóvenes con formación universitaria siguen teniendo probabilidades de casarse y tener hijos más tarde. Entre los que tienen menor nivel de educación y estatus socioeconómico, llegan los bebés pero es probable que nunca llegue el casamiento.
“Venimos siguiendo este cambio en lo que significa el matrimonio para los adultos jóvenes”, dijo Willoughby. “En lugar de pensarlo como una base sobre la que se construye la vida con otro, ahora es una suerte de culminación. Lo ven en términos de ‘Con la universidad terminada y una profesión, casarse es una manera de recompensarse’”.
Una paradoja
Algunos piensan que el matrimonio es algo anticuado, que no le interesa a nadie y que se necesita una forma alternativa de organizar la vida familiar, dijo Hall. “Los estudios de este tipo continúan confirmando que el aplazamiento del matrimonio quizá no represente la idea de que el matrimonio no es importante, sino que se ve afectado por otra cosa”.
En el seguimiento un año después de la evaluación original, los científicos observaron una “paradoja del matrimonio”. A medida que los sujetos no casados crecían en edad, el matrimonio se volvía más importante, pero la cantidad de energía que esperaban invertir en él bajaba, compitiendo con la energía que ya dedicaban a sus profesiones, viajes y otras inquietudes.
Los sujetos que habían sufrido una ruptura significativa tenían una percepción más baja del matrimonio, dijo Willoughby.
Él espera que la investigación ayude a iniciar un debate entre los adultos jóvenes acerca de qué es el matrimonio y cómo pueden hacer una buena transición a la relación duradera que la mayoría de ellos quiere pero que actualmente posterga, dijo. “¿Cómo negocian todos estos roles cuando sus vidas justo se vuelven cada vez más ajetreadas?”
Los adultos jóvenes quieren hacer todo, dijo. Es posible, sin embargo, que no vean que las decisiones que toman y las cosas que eligen hacer a los 20 años constituyen una forma de priorizar que tendrá un gran impacto en lo que les ocurrirá a los 30.
“Es verdaderamente muy útil ver la trayectoria”, dijo.
¿Punto óptimo?
La investigación sugiere que esperar demasiado para casarse presenta un aspecto negativo, dijo Willoughby. Si bien no existe una edad ideal para dar el sí, los 25 años parecen ser una suerte de “punto óptimo”.
Mencionó pruebas de que esperar demasiado puede ser malo. Muchas parejas que se casan más tarde tienen matrimonios estables pero “tienden a ser insatisfactorios. A esa altura en la vida, han priorizado la profesión, la amistad, otras cosas. Cuesta arrancar de nuevo con todo y pensar: este matrimonio será verdaderamente importante, cuando esas otras cosas ya han sido importantes los últimos 20 años”, dijo Willoughby.
Los científicos constataron una fuerte variación, inclusive diferencias significativas entre los que eran religiosos y los que no y entre hombres y mujeres.
Para Hall, es difícil desenmarañar por qué razones las personas postergan el matrimonio, aunque una gran proporción –quizás una mayoría incluso- quiere esperar a tener la certeza de estar listas y con todas las cosas organizadas para que el matrimonio tenga éxito.
Otras pueden aplazarlo para aprovechar más oportunidades. Y la postergación o la renuncia al matrimonio se han vuelto asimismo más comunes dado que el estigma de tener relaciones extramatrimoniales también ha disminuido, señaló. Email: lois@deseretnews.com, Twitter: Loisco
