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Editorial: Familias unidas para el 2013


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Terminamos este año con el deseo que el 2013 traiga unificación a las familias hispanas en Estados Unidos a través de una reforma migratoria humanitaria. Las generaciones venideras mirarán con horror cómo los dirigentes de esta época, que se supone respetan los derechos humanos, los violaron de manera tan flagrante con la separación de cientos de miles de familias. De nada vale el argumento del “Rule of Law”, para justificar semejante atropello que va contra la ley natural y el Derecho Internacional. La esclavitud y la discriminación racial, también fueron legales en un momento de nuestra historia y eso no justifica esa práctica, como tampoco se justifica la deportación por más que esté legalmente establecida. Son criminales y hay que deportarlos, dicen sus más rabiosos defensores, refiriéndose a los inmigrantes indocumentados. Pero olvidan que el castigo debe ser proporcional a la falta, y no se le pueden quitar los hijos a una madre, por una infracción de tránsito. Lo que se impone es reformar la ley de inmigración que se ha vuelto obsoleta, para regular la realidad que se vive en Estados Unidos en el siglo XXI. Mientras tanto, las autoridades deben cesar la cacería de indocumentados, que muchas veces no son más que víctimas de encerronas legalistas antes que culpables de conductas riesgosas para la sociedad. Lo que pasa es que muchos viven del negocio de esta trata inhumana de familias, que les rinde cuantiosos réditos a los constructores de cárceles y nutre de empleos a las agencias policiales. Al día de hoy se siguen deportando miles de personas diariamente, nos confirmó la oficina del congresista de Illinois, Luis Gutiérrez, la semana pasada. De nada ha valido el clamor de los niños que recientemente enviaron diez mil cartas a los congresistas en Washington, DC pidiendo que durante esta Navidad, no les arrebataran a sus padres. Y es que más allá de lo simbólico de este hecho, la deportación es una tragedia para las familias que están amenazadas por su peso inclemente. Los niños son las principales víctimas de esta medida absurda, porque cuando se salvan de perder a su familia, los traumas del penoso proceso les quedan como una marca para toda su vida. Aquí en Utah es conocido el caso de la pequeña Abigail Tapia de solo 10 años de edad, a la que el sistema migratorio separó de sus abuelos y amenaza con separarla de sus padres. Así como esta pequeña hay muchos otros menores que fueron traídos a Estados Unidos siendo niños, y carecen de documentos migratorios, lo que los deja en una posición muy vulnerable, para triunfar en la competida vida moderna. Pero, contrariamente a lo que el común de la gente se imagina, la deportación es un mal que cada vez afecta a más ciudadanos americanos. Nos referimos no solo a aquellos que nacieron de padres inmigrantes, sino incluso a muchos, cuyos padres y abuelos también son ciudadanos americanos. A causa de la existencia de familias en las que unos miembros tienen sus documentos en regla y otros no, así como a las dificultades de la legislación migratoria, no es extraño ver sufrir también a estos ciudadanos. Okespañol reportó el caso de una ciudadana americana de Utah, que se tuvo que “autodeportar” a Chile y “deportar” a sus 4 pequeños niños, todos ciudadanos americanos, para seguir a su esposo deportado y evitar así la disolución de su familia. Es inadmisible que la familia, que es la base de nuestra sociedad y la primera escuela de formación para los futuros ciudadanos se vea atacada de esta manera, por una política pública destinada a regular el flujo de personas. En medio de este panorama, al menos el Presidente Obama aprobó una iniciativa tendiente a remediar la situación de muchos de estos niños que fueron traídos por sus padres en condición de indocumentados, y no podían continuar sus estudios universitarios. Se trata de un paliativo que no puede sustituir la urgencia de una reforma migratoria integral, que ponga fin a este drama que afecta principalmente a la familia hispana de Estados Unidos.

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