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Es una cálida tarde en el sur de California. Lori Garcia y su esposo están discutiendo –una vez más- por el lavado de la ropa. El volumen aumenta, las expresiones se hacen más vehementes, intercambian gestos de hartazgo y, enojados, se alejan uno de otro. Los niños se miran en silencio y se apartan de su camino. Momentos después el padre regresa y hace su mejor representación de madre histérica para los niños, actuación que hace reír hasta a la madre, que dobla su enésima carga de ropa lavada. No todos los conflictos conyugales son malos, dicen los especialistas. Si bien, los conflictos destructivos entre los padres tienen efectos perdurables y negativos en los hijos, si se los maneja de forma adecuada se genera en los niños una sensación de seguridad, lo que les hace ver el conflicto de manera positiva, según un nuevo estudio que se publicó en el Journal of Child Development. Conforme se producen desacuerdos entre los padres, el conflicto puede proporcionar importantes momentos de aprendizaje que dan a los niños la confianza necesaria, para resolver los problemas de forma positiva. “Nadie ha demostrado que esos efectos puedan ser perdurables. Nadie antes ha demostrado nada en ese período de tiempo”, declaro a Deseret News, Mark Cummings, profesor de psicología de la Universidad de Notre Dame y autor del estudio. “Los niños tienen un panorama familiar más amplio. Lo que les importa es cómo se relacionan los padres entre sí.” Enseñanza constante Cummings y su colega Andrew Adesman analizaron a 235 familias de clase media del Medio Oeste y el Noreste de los Estados Unidos y evaluaron el grado de conflicto conyugal, entre los padres de diversos niños en edad de kindergarten. Los investigadores evaluaron el grado de conflicto conyugal, mientras los padres discutían un tema con posibilidades contenciosas al tiempo que se los grababa. Siete años después, los investigadores hicieron un seguimiento de los niños, que estaban ya en séptimo grado. Cummings y Adesman descubrieron, que el conflicto marital destructivo en la casa tenía años después un correlato de inseguridad emocional, lo que comprendía depresión, ansiedad y hasta hostilidad en la adolescencia. Los niños saben si hay desacuerdos y problemas en la familia, y también –sobre todo- si los padres se retraen o reaccionan con silencio en lugar de con gritos, dijo Cummings a Deseret News. “Lo saben.” La Dra. Judith P. Siegel, autora de “What Children Learn From Their Parents’ Marriage” (Lo que los niños aprenden del matrimonio de los padres), coincide. Los niños son ávidos observadores de los padres, escribió Siegel en su libro. “Prestan atención a cuándo y cómo se dan los desacuerdos, advierten la forma en que los padres reaccionan mutuamente y de infinitas maneras se forman impresiones, sobre las reglas de la vida matrimonial.” Eso podría explicar por qué el conflicto constructivo, por otro lado, fue un indicador de la sociabilidad de los niños fuera de la casa, dijo Cummings. Los niños que se sentían más seguros de la relación marital de sus padres, se relacionaban con otros niños fuera de la casa. Eran más sociables en la escuela, más altruistas, solidarios y amables con los demás. ¿Qué es lo importante? Casi el 22 por ciento de las parejas, sin embargo, dijo que peleaba y discutía mucho. El 60 por ciento señaló que tenía sólo un nivel moderado de conflicto, mientras que el 16 por ciento informó que tenía un escaso grado de conflicto, según un estudio realizado en la Universidad del Estado de Florida que publicó el Journal of Family Issues en 2011. De vuelta en California, Garcia, la madre de esos dos niños –de 4 y 9 años de edad- y blogger de mommyfriend.com, dijo que ella y su esposo descubren constantemente, formas de resolver los conflictos de manera positiva. El respeto recíproco ha sido clave, declaró Garcia a Deseret News. Ella y su esposo han comprobado que resolver las cosas de forma que ambos puedan manifestar opiniones diferentes sin faltarse el respeto mutuamente, les permite alcanzar soluciones al problema rápido y con fluidez. Ser realista, respecto de los sacrificios que implica el matrimonio ha ayudado a Garcia a distinguir entre lo importante y aquello que no lo es. “Cuando se es joven, todo se toma con pasión y dramatismo”, dijo. “Una se lanza a una discusión menor, porque él no escuchó cuando le pedimos que comprara jugo de naranja.” Garcia y su esposo tratan de concentrarse en soluciones razonables, en lugar de dejar que el problema crezca. “Le digo: ‘Oye, olvidas esto una y otra vez, y eso me irrita. ¿Qué podemos hacer para resolverlo? ¿Necesitas que te envíe un mensaje cuando vas camino a la tienda? ¿Qué puedo hacer?’” Aceptar el conflicto “No hay en el mundo dos personas -por más que sientan que son el uno para el otro- que siempre estén de acuerdo en todo”, escribió la Dra. Marie Hartwell-Walker, una psicóloga y terapeuta familiar y matrimonial de Massachusetts, en PsychCentral. “Sería muy aburrido si así fuera.” Hay que enfrentar el problema, no al cónyuge, escribió Hartwell-Walker. Los insultos y la calumnia crean un problema adicional de sentimientos heridos. Ponerse a la defensiva, no hace más que intensificar la pelea. Hartwell-Walker sugirió encontrar puntos de acuerdo que contribuyan a aumentar la coincidencia. Hay que adoptar una actitud de curiosidad, no ponerse a la defensiva. Hay que pedir más información, ejemplos y detalles. La queja del cónyuge suele tener cierto asidero. Cuando a la queja de una de las partes se le suma la curiosidad de la otra, hay margen para el entendimiento, escribió Hartwell-Walker. Otras estrategias comprenden escuchar con respeto y no levantar la voz. Hay que escuchar, reconocer los sentimientos del cónyuge, dar muestras de atención y asentir verbalmente, escribió Hartwell-Walker. También, hay que hacer concesiones. Ceder un poco puede dar lugar a que la otra persona haga lo mismo. Encontrar una solución viable, suele implicar concesiones que no siempre son exactamente equitativas. No se trata de buscar un empate, escribió Hartwell-Walker. Hallar una solución con frecuencia es más importante. “Discutir de forma amistosa, significa zanjar diferencias que importan. Significa, abordar con pasión temas que nos apasionan sin recurrir a lastimarnos mutuamente”, escribió Hartwell-Walker. La categoría de una relación entre padres –casados, separados, divorciados, etc.- tiene mucho menos importancia que la calidad de la relación, escribió en un e-mail a Deseret News, Christine Carter, especialista en felicidad del Greater Good Science Center de la Universidad de California, Berkeley, y autora de “Raising Happiness: 10 Simple Steps for More Joyful Kids and Happier Parents” (Aumentar la felicidad: Diez simples pasos para niños más contentos y padres más felices). “El conflicto es el principal factor que determina la calidad de la relación.” La forma en que comienza un conflicto es importante, escribió Carter en un blog para Greater Good. Hay que empezar por manifestar aprecio y hacer una “declaración en primera persona”, como: “Valoro la cantidad de tiempo que dedicas a trabajar. Sé que trabajas muchas horas por la familia, y te lo agradezco. Quiero que puedas descansar al finalizar el día. El problema es que también yo quiero descansar. Anoche me sentí enojada, cuando no me ayudaste a limpiar la cocina.” En el 96 por ciento de los casos, los primeros tres minutos de un conflicto pueden determinar cómo terminará –si en las soluciones sugeridas, en resoluciones constructivas o en grandes peleas-, según John Gottman, un prestigioso terapeuta matrimonial y familiar. Garcia y su esposo no consideran que sea malo para sus hijos presenciar las riñas entre ella y su esposo. “Es la realidad”, declaró Garcia a Deseret News. “Si pueden ver que sus padres no están de acuerdo, incluso cuando están tomados de la mano, y que luego encuentran una forma de resolver las cosas y todo está bien cinco minutos más tarde, tendrán un panorama más realista y saludable del matrimonio.” Por lo que Garcia ha visto, lo tienen. Garcia suele escuchar que sus hijos imitan las frases que ella y su esposo dicen, durante una discusión. “Mi hijo mayor le dice a su hermano: ‘¿Sabes una cosa? No me importa. Necesito espacio’”, dijo Garcia, que se ríe, al recordar que el día anterior le dijo lo mismo a su esposo.









