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Querida Tania, Primero que nada quiero felicitarles por su periódico y la labor social que dentro de la comunidad latina hacen ustedes. He leído muchos de sus reportajes y en realidad me gustan mucho, me da orgullo que un periódico hispano tan bien hecho y editado exista en Utah. La razón por la que te escribo, es para contarte una historia de coraje y determinación que puede servir de ejemplo a nuestra comunidad latina, y a todos aquellos que desean empezar una carrera en el mundo de los negocios. Hace ya algún tiempo, mi hija de entonces 5 años de edad me dijo, que quería tomar clases de Karate en su escuela primaria. Cada verano, aquí en Provo, algunas escuelas ofrecen varias clases de deportes y artes para todos los estudiantes. Esas clases no son gratis, así que pagué 20 dólares por un mes de karate, los profesores eran Jeff Hardman y una joven que habla castellano de apellido Macnail. En un mes, mi hija aprendió a dar patadas y defenderse, sus grados en la escuela aumentaron, y de ser una jovencita introvertida, ella se conviertió en una persona más segura de si misma. Los maestros de Tae Kwon Do, decidieron poner su propia escuela de Artes Marciales, en medio de una recesión brutal en 2006. A mí, me pareció una idea descabellada, pero decidí apoyar a mi hija y los seguimos a su nueva ubicación en Provo, en un lugar cercano a una tienda de productos usados, Deseret Industies. De los 20 estudiantes que tenían anteriormente, de la escuela primaria Grandview, solo tres se inscribieron para entrenar: Allison, mi hija, Jacy Allred, y un muchachito de nombre Truman; los instructores estaban muy motivados con su nueva escuela, sin embargo, noté que no tenían más estudiantes que los que acabo de mencionar. Después de tres meses era obvio que estuvieran estresados y preocupados. Para ese entonces, mi hija ya había ascendido de cinta blanca a amarilla y un día, mientras cenábamos en casa, mi hija me dijo que debería ayudar a sus maestros de Karate, ya que tengo un poco de experiencia en negocios. Mi padre en México era propietario de un periódico en Matamoros, Tamaulipas y desde pequeño, le ayudaba a repartir periódicos y a limpiar las prensas. Así, que decidí ayudar este negocio, no quería que ellos cerraran y que mi hija dejara de practicar Tae Kwon Do, así que lo primero que hice fue hablar con uno de mis profesores de la Utah Valley University, y el consejo que me dio fue que ellos deberían salirse del local y buscar un lugar en donde no pagaran renta o pagaran menos. Busqué lugares y por fin, encontré un centro comunitario, el cual estaba dispuesto a darles una oportunidad de que entrenaran ahí. Así que la escuela de Karate, se cambió una vez más. Esta vez, en poco tiempo, muchos estudiantes empezaron a inscribirse, y tomar clases con ellos. El centro recreativo, se enfocaba en jóvenes y adultos, así que muchos de los jóvenes de ahí, se inscribieron. En dos meses, la escuela de karate, Provo ATA, creció, de tres estudiantes a más de cuarenta, en pocos meses había estudiantes esperando para inscribirse y yo notaba a los maestros más relajados y felices. En 2011, la escuela se cambia de lugar otra vez, a un lugar mas grande y mejor equipado, en 2255 North University Parkway, en Provo. Mi hija ahora es cinta negra segundo grado, y ha ganado muchas competencias. Su actitud es de una jovencita muy segura de sí misma y triunfadora, y lo mismo puedo decir de todos los jóvenes que practican ahí, este deporte coreano de reconocimiento olímpico. Los instructores, Jeff Harman, y Kerri Macneil, están más preocupados ahora en atender a tantos alumnos que vienen a su escuela. Jeff está casado con una mexicana y sus hijos Javier y una jovencita adolescente, son campeones estatales, no obstante, debido al éxito de este pequeño negocio. A veces me pregunto que otros retos tendrán que enfrentar en el futuro. Espero que puedan compartir esta historia de coraje y éxito, con nuestra comunidad latina en todo Utah. Sinceramente, José M. Herrera