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Luis Orellana es un jardinero guatemalteco que volvió a nacer, cuando una mañana que se dirigía como de costumbre a su trabajo fue embestido por una joven americana que conducía bajo el efecto de las drogas. El impacto fue tan grande que inicialmente Orellana perdió el conocimiento, y cuando despertó se hallaba en una clínica a punto de morir. Gracias a los esfuerzos de los médicos y a la intervención divina, según su propias palabras pudo sobrevivir después de varias cirugías y una largo y difícil tratamiento con muchas terapias. Después de esa penosa experiencia tuvo que sufrir otra no menos dolorosa que fue luchar, contra todo un sistema corrupto formado por abogados sin ética, la justicia inoperante y las compañías de seguros. “Lo primero fue buscar un abogado que me aceptara el caso, pero ninguno quería, porque a ellos solo les interesa cuando el que produjo un accidente es una compañía importante, para cobrar una indemnización más grande”. Este es uno de los principales problemas que enfrenta la comunidad latina, cuando es víctima de lastimaduras o heridas graves a su salud, por efecto de un accidente o incluso de la mala práctica médica. Sin el apoyo de un buen abogado, es difícil que las compañías de seguro paguen lo que realmente les corresponde en estos casos. El abogado Sean Nobmann de la oficina de abogados Munford Rawson en Salt Lake City dijo a Okespañol, que el abogado en estos casos es más que un mediador, para convertirse en un consejero que ayuda al paciente. Nobmann está especializado en estos casos por una práctica de 5 años en Texas, y entiende muy bien las necesidades de sus clientes latinos, gracias a que ha tenido a muchos de ellos y a que aprendió español en Chile. “El reclamo es todo un proceso que comienza por cuidar de que mi cliente esté atendido bien por su médico, porque si no está satisfecho con el tratamiento yo pido un cambio de médico”, aseveró. “Muchos abogados aceptan de buenas a primeras lo que los médicos determinan a veces, sin tener en cuenta las verdaderas necesidades del paciente”, agregó. Las compañías de seguros tienen un límite de pago inmediato para ciertos tratamientos que no supera los 3,000 dólares, y esto lo saben los profesionales de la salud. Por eso, muchas veces le recetan al paciente cualquier tratamiento por un precio de 2,900 y envían la cuenta a las compañías de seguro. Nobmann sostiene que él no deja solo a su cliente, para que el médico se las arregle con la aseguradora sin tener en cuenta el beneficio del accidentado, sino que está pendiente también, en esta etapa del proceso de reclamación. Nobmann cuestiona el sistema viciado que se ha creado entre los profesionales y las compañías de seguros, en perjuicio de las personas que sufren por el accidente que han padecido, y por los traumas morales que le ocasiona. Pero así como denuncia prácticas contrarias a la ética en el gremio de los galenos, reconoce que entre los profesionales del Derecho, también se presentan prácticas indebidas. Señala, que algunos abogados optan desde el comienzo por recomendar al cliente una acción judicial contra la compañía de seguros, solo porque la comisión para ellos es más alta. Agrega, que en su caso opta por analizar primero lo que más le conviene al cliente porque muchas veces no es necesario alargar las cosas, mediante un proceso judicial, sino que se puede llegar a un acuerdo con la compañía de seguros que sea beneficioso para su cliente. Asimismo, indica que “una buena comunicación con el cliente es la base de un buen servicio y por eso, lo primero que le explico a mis clientes es como funciona el proceso y después, firmamos un contrato en el que todo queda por escrito”. Una vez terminada la etapa de la curación del cliente, “solicito los anales y las cuentas médicas, para formar un archivo con estos documentos que sirven de base para la reclamación ante la compañía aseguradora”. Con estos datos y de acuerdo con el cliente, se cuantifica el valor del reclamo que incluye los gastos de atención médica, cirugías, pagos de hospitalización y terapias, más la indemnización por daños y perjuicios. “El cliente es mi jefe y yo desde el principio le aclaro que yo trabajo para él, por lo que nunca tomo una decisión sin su autorización”, recalca Nobmann. Nobmann dice, que para establecer el valor de lo que se va a exigir en el reclamo es necesario comparar con casos similares. “Es como el avalúo comercial de una casa y son muchas cosas las que se tienen en cuenta, así que no hay una regla única sino que cada caso es distinto”, señala. Una vez enviado el reclamo por escrito a la compañía de seguros, entonces hay que esperar a que el negociador llame y entonces comienza el tira y afloje, hasta llegar a un acuerdo sobre la cifra. Siempre, los negociadores se quejan y quieren pagar menos, pero es en esos momentos en que la habilidad del abogado se pone a prueba para beneficio de su cliente. Cuando no hay un acuerdo, entonces queda la opción de acudir a una demanda que se hace ante la corte, para que la compañía pague. Nobmann insiste, en que cuando es necesario acudir a la corte, todos los latinos pueden hacerlo sin ningún temor porque el estatus migratorio no se tiene en cuenta para nada, en los estrados judiciales en este tipo de casos. “Es una lástima que algunos clientes no quieran hacer valer sus derechos por temor a sus condición migratoria, cuando el mismo sistema judicial quiere evitar que esto sea tenido en cuenta, precisamente para evitar injusticias producto de actitudes racistas”, enfatiza. Y agrega, que “esta es la razón por la cual he perdido mas clientes”. Angel Reinaldo Escobar is a journalist with more than 10 years of experience as a political editor in Washington DC and 3 years in Salt Lake City. He is an expert in politics, Hispanic issues, national and hemispherical security