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Navarette: Ambivalencia en inmigración

Navarette: Ambivalencia en inmigración


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A juzgar por la reacción inicial del público ante el proyecto de ley de reforma migratoria redactado por la “Pandilla de los ocho” del Senado, muchos estadounidenses han fingido ser moderados en este asunto cuando, en realidad, están más cerca de los extremos. Han dicho una cosa mientras creían otra. Nos han tratado de engañar al resto de nosotros para que creyéramos que son muy justos y están muy dispuestos a negociar, cuando en realidad sus posiciones son férreas y sus mentes están cerradas. Nos han estado tomando el pelo, diciendo que podrían apoyar la reforma migratoria en la medida en que se respetaran ciertas condiciones. En verdad, algunos de ellos parecen preferir el status quo. Ahora, un grupo de senadores de ambos partidos han respondido a sus pedidos con la introducción de la Ley de 2013 para la Seguridad Fronteriza, las Oportunidades Económicas y la Modernización de la Inmigración. Se trata de un acuerdo meticulosamente creado, que responde a la mayoría de las inquietudes de la derecha y de la izquierda. Como respuesta, ambos bandos se están volviendo atrás y modificando sus narrativas. Independientemente de si piensan que la política migratoria debe ser más dura o más compasiva, aún no están satisfechos. Eso podría significar simplemente que el proyecto de ley es incipiente y que llevará bastante tiempo perfeccionarlo. Pero hay algo más. Lo que nos dice, realmente, es que muchos estadounidenses no han sido honestos en expresar lo que realmente les preocupa. Y eso revela elocuentemente sus verdaderas intenciones. Por ejemplo, los conservadores han sostenido que podrían apoyar algún tipo de programa de legalización para inmigrantes indocumentados, si se protege las fronteras nacionales y se aumenta las fuerzas de seguridad en ellas. También afirmaron que no tenían nada en contra de los inmigrantes legales y que lo que realmente les molestaba en la perspectiva de permitir que los indocumentados permanecieran en Estados Unidos legalmente era que los inmigrantes recibieran beneficios sociales y que “se colaran” en la fila, para alcanzar la ciudadanía más rápidamente. Todos esos puntos están tratados en el proyecto de ley, que requiere que los inmigrantes ilegales paguen multas, se abstengan de beneficios sociales y esperen 10 años para recibir la tarjeta verde y otros tres para obtener la ciudadanía estadounidense. La legislación también facilita el camino para los inmigrantes legales y provee de miles de millones de dólares para construir más cercas, instalar más vigilancia y obtener más agentes de la Patrulla Fronteriza. ¿Y cuál es la respuesta conservadora a esta línea dura? Piensan que no es suficientemente dura. La cerca debe ser más alta, las multas más duras, la espera para obtener una categoría legal más larga. Mientras tanto, en la izquierda, se nos aseguró que los liberales que quieren un camino a la ciudadanía para los inmigrantes ilegales reconocerían el derecho de los Estados Unidos a proteger sus fronteras. Dijeron que no tenían problema en que los inmigrantes ilegales cumplieran con ciertas condiciones para obtener categoría legal y hasta utilizaron eso como estratagema de negociación. Una condición propuesta es la verificación de antecedentes penales y los liberales no presentaron objeción alguna, porque dijeron que sólo abogaban por individuos trabajadores y respetuosos de la ley. Por último, afirmaron que los inmigrantes no venían al país en busca de beneficios sociales y que merecían tener categoría legal porque muchos de ellos habían echado raíces en el país. Nuevamente, todas esas inquietudes fueron tratadas en el proyecto de ley, que considera que todo el que haya llegado al país después del 31 de diciembre de 2011 no está habilitado para acogerse a ella, por ser recién llegado. Estipula también que esos individuos pueden ser deportados y prohíbe la participación en el proceso de legalización a aquellos que hayan sido condenados de ciertos delitos. ¿Le agrada eso a la izquierda? Ni pensarlo. Los liberales afirman ahora que el proyecto no es suficientemente compasivo con los pobres, que impone demasiadas condiciones para los inmigrantes, excluye a demasiada gente e infringe los derechos de los que pueden haber sido arrestados por un delito pero ya han pagado su deuda con la sociedad. Es desconcertante. Pero no es difícil de comprender. Muchos conservadores quizás expresen que les importa mucho la seguridad fronteriza y asegurar que los inmigrantes sigan las reglas. Pero lo que les preocupa de verdad es que los inmigrantes de América Latina estén cambiando el panorama cultural y lingüístico de los Estados Unidos. Muchos liberales dicen que no tienen problema con la imposición de condiciones sobre quién se queda en el país legalmente y quién no puede participar. Pero lo que realmente piensan es que la frontera debería estar abierta y permitir que los seres humanos cruzaran con tanta facilidad como los productos que se comercian en un libre mercado. Entonces, ¿para qué toda la charada? Para parecer razonable, moderado y de mentalidad amplia. Para muchos estadounidenses, el debate migratorio se centra en que los inmigrantes ilegales queden afuera o en mantener viva la posibilidad de una reforma. Pero para algunos, se centra más que nada en mantener las apariencias. La dirección electrónica de Ruben Navarrette es ruben@rubennavarrette.com

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