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El adiós a una era de la maternidad

El adiós a una era de la maternidad


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La semana pasada me encontré en una situación poco común mientras mi hija de cuatro años interpretaba su primer papel solista en la clase de ballet y yo estaba sentada sola en la sala de espera. Al ver a las demás madres con hijos pequeños, no pude sino preguntarme: ¿Cómo llegué aquí? ¿Cuándo me convertí en una madre así?

Nunca he sido el tipo de madre que aguarda sola en la sala de espera. Sólo tengo dos hijas, pero hasta ahora siempre había tenido un bebé en el regazo o una pequeña que correteaba mientras esperábamos que su hermana mayor terminara la clase.

Pero la semana pasada estuve sola.

Durante un segundo, lo disfruté. Había llevado un libro y me senté a descansar y disfrutar de ese momento de soledad. Mientras trataba de leer, no pude evitar observar a las otras madres jóvenes que daban el biberón a sus bebés o cuyos pequeños trepaban a los asientos. Fue entonces cuando tomé conciencia de que esos días habían terminado para mí.

Sin duda aún tengo esperanzas de sumar una adopción a nuestra familia, pero por el momento me encuentro en el fin de una era. Ya no soy la joven madre rodeada de pequeños. Soy la madre que se sienta en silencio en la sala de espera y abre un libro como si estuviera en un spa mientras mi hija gira enfundada en un tutú detrás de la puerta de vidrio.

No puedo determinar con exactitud cuándo pasó, pero sin duda, sin pausa, sucedió. Poco a poco mis hijas crecen y nuestra vida va cambiando. Tengo dos asientos altos en el auto en lugar de un asiento convertible. Nuestros estantes contienen ahora libros de texto y cajas de joyas en lugar de libros de cartón duro y bloques de construcción. Ya no limpio traseros ni debo mecer a nadie hasta que se duerme.

Sin duda mis hijas aún me necesitan, pero de manera diferente. Ahora soy la que ayuda con la tarea escolar, la que brinda consuelo ante sentimientos heridos, el árbitro de quién tenía que elegir el libro anoche y la partidaria entusiasta en el campo de deportes. Adoro mi nuevo papel y los desafíos que implica.

A decir verdad, sin embargo, a veces echo de menos los viejos tiempos. Echo de menos el calor de los bebés y su sonrisa sin dientes, la sensación de pequeños brazos en torno de mi cuello, el peso de su cuerpo sobre mi cadera. Echo de menos a mis bebés a pesar de que están paradas ante mí como niñas que crecen. Tal vez no las eche de menos a ellas exactamente, sino al sentimiento de ser necesaria de la forma en que sólo un bebé nos necesita: una necesidad imperiosa que sólo mamá puede cubrir.

Siempre seré su mamá, y ellas siempre serán mis bebés. Pero por ahora, en este momento, los días de ser la joven madre cargada de cosas de bebés y con pequeños a cuestas han terminado.

Sentada en la sala de espera, envidié a las madres rodeadas de pequeños. Apenas ayer envidiaba a la madre que vivía frente a casa, cuyos días de bebés habían llegado a su fin. En ese momento pensaba: “Estoy impaciente por la llegada de ese día.”

Pues bien, ¿saben una cosa? Llegó. Aquí estoy, echando de menos a mis bebés.

Sé que lo último que las madres quieren escuchar es el consejo de disfrutar esos momentos. Una los disfruta por más que esté contando los días que faltan para que un pequeño deje los pañales, camine o diga qué quiere en lugar de llorar a gritos. Una hace todo lo posible por mantenerse a flote, y lo último que necesita es que otra madre le diga que tiene que disfrutar cada minuto. Eso es imposible.

Lo que quiero decir a esas otras madres que la semana pasada me generaron cierta envidia es: llega a su fin. Lo bueno y lo malo de esos días de bebés de pronto se convierten en un recuerdo. En algún punto, todas lo sabemos, y sin duda lo agradecemos. Nuestros hijos deben crecer, y nosotras con ellos. Sin duda y sin pausa, una era llega a su fin y otra comienza, y nos lanzamos de lleno a nuevos desafíos y triunfos.

Fue así que, cuando mi hija se acercó corriendo con su tutú y los brazos extendidos al finalizar la clase, la estreché un poco más en el abrazo. Memoricé la sensación de su manito en la mía al atravesar la calle. Escuché el sonido de su voz aguda que me contaba sobre la clase de danza y me recordé: esto también terminará. Disfrútalo a pleno. Erin Stewart is a regular blogger for Deseret News. From stretch marks to the latest news for moms, she discusses it all while her 7-year-old and 4-year-old daughters dive-bomb off the couch behind her.

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