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¿Tiene una meta, una esperanza, o un sueño? ¿Esa idea le da miedo? Transforme este año en el año en que superó sus miedos.
No me gusta el terror. Aborrezco las películas de miedo y las historias de misterio. Ni siquiera me atrevo a entrar en la Mansión Encantada en Disney World.
La idea de hacer paracaidismo o de comer bichos asados no me resulta atractiva.
Soy, sin embargo, admiradora del miedo con un propósito.
Por lo menos, siento un renovado respeto por hacer lo que más nos asusta.
A comienzos de diciembre, descubrí una convocatoria para un casting en una producción de “Pippi Longstocking” en nuestra comunidad. Durante años he alimentado el sueño de que toda mi familia participe en un teatro local, de modo que inscribí a todos los chicos.
La noche anterior a la audición, volví a mirar la inscripción al casting.
“¿Debería presentarme yo también?” le pregunté en voz alta a mi esposo.
“¡Sí!” fue su respuesta.
“¿Por qué no?” pensé y me inscribí.
Acto seguido, comenzó a invadirme el miedo. No eran sólo nervios. Era terror absoluto, de los que mantienen a una persona despierta de noche. En qué estaba pensando ¿presentarme a una audición para una obra? No pisaba un escenario desde hacía 18 años. Mis habilidades en la actuación estaban más que herrumbradas. En una década, mi voz no había ido más allá de un libro de cánticos.
Y horror de horrores ¿tendría que bailar?
Corrí a mi computadora y me borré de la solicitud para la audición.
Luego, como un pingüino que arroja a los primeros de su grupo al agua para asegurarse de que no los coma una ballena asesina, envié a mis hijos a la audición. Todos volvieron enteros, no sólo ilesos sino radiantes. Les encantó la experiencia.
Respiré hondo y volví a anotarme. No le dije a nadie que me presentaba a una audición. Estaba, incluso, demasiado asustada para decirlo en voz alta. Mi marido vio la hoja de mi audición y me dirigió una sonrisa cómplice.
“Tengo que ir cargar nafta”, le dije, tratando de ocultar el terror absoluto en mi cara. Deslicé la hoja de la audición en mi cartera. “Es posible que tarde… un poco”.
La audición salió bien. No fue estelar, pero estuvo bien. No me disolví en mil pedazos. La directora no me comió y (gracias al cielo) no me pidió que bailara.
Y milagrosamente, toda nuestra familia hizo el espectáculo. En febrero, tengo que actuar con mis seres favoritos de uno de mis cuentos infantiles favoritos –un sueño hecho realidad.
Cuando analizo todos los momentos decisivos en mi vida, los emprendí a todos con miedo: matrimonio, maternidad, maratones, mi colaboración para iniciar una escuela particular subvencionada, inclusive escribir esta columna. Cuando le presenté la idea a mi editor hace años, mi marido escribió el correo electrónico mientras yo hiperventilaba en el rincón.
Pero las acciones que más me asustaron fueron las que más gratificaciones me dieron. Me he dado cuenta, una y otra vez, que soy más fuerte de lo que creo. Mis miedos me carcomerán viva, no cuando haga algo, sino cuando no haga nada.
Ahora que ingresamos en este nuevo año y definimos nuestros requeridos objetivos, debemos analizar qué nos impide hacer lo que realmente queremos. ¿Qué obstáculos ponemos en nuestro camino? ¿Cómo podemos valernos del miedo para la acción?
Primero, identificando qué queremos realmente. ¿Queremos escribir un libro, correr 5K, aprender a pintar, bajar de peso, aprender a manejar la cámara digital o probar con la cocina?
¿Qué lo impide? Es posible que haya factores fuera de nuestro control. Tal vez no sea el momento adecuado. La mayoría de las veces son, no obstante, nuestras propias inhibiciones las que no nos dejan cumplir nuestros objetivos.
Segundo, buscando a alguien valiente. Encuentre un amigo(a), cónyuge o miembro de la familia que esté dispuesto a empujarlo o empujarla al agua con los tiburones. Que sea su cámara de resonancia, su entrenador y que le genere la responsabilidad de seguir adelante.
Tercero, encontrando un sistema de recompensas por hacer algo que le da miedo. Muchos programas, como Weight Watchers, trabajan en base a esa premisa, pero usted puede crear sus propios incentivos a medida. Haga un plan mensual o semanal.
Cuarto, diciendo que sí. Si una persona se abre a nuevas posibilidades, le llegarán oportunidades.
Una vez Dan Yaccarino, un exitoso ilustrador de libros infantiles, habló en una presentación acerca de cómo decía que sí a tareas completamente fuera de su área de confort. Aceptó una animación cuando no tenía idea de cómo animar. Diseñó desfiles de carrozas para Disney y personajes de dibujo animado para PBS Kids. Su filosofía era decir qué sí y después rodearse de personas más capaces. Puedo garantizar que esa idea realmente funciona.
Tenemos montones de esperanzas y sueños. Lo que se interpone en nuestro camino es el miedo, el miedo de que si actuamos realmente siguiendo nuestros sueños, quizá fracasemos. Quizá no terminemos esa carrera. Podemos quemar el beicon. Quizás hasta nos pongamos a bailar en una sala de audiciones.
El escritor y poeta Ralph Waldo Emerson dijo: “Haz siempre lo que tengas miedo de hacer”.
¿Saldremos enteros? Por supuesto. Salir de nuestro miedo, atravesar nuestro miedo, ya es de por sí un éxito. Descubriremos que somos más fuertes de lo que pensamos. No nos comerá vivos.
De hecho, sabremos qué significa estar vivos. Tiffany Gee Lewis lives in St. Paul, Minnesota, and is the mother of four boys. She blogs at thetiffanywindow.wordpress.com. Her email is tiffanyelewis@gmail.com.
