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Elsa Ramírez ya había perdido a dos hermanos a raíz de la violencia que azota esta remota región caribeña cuando compañeros de trabajo involucrados en el narcotráfico asesinaron a su esposo hace cuatro meses.
Los asesinos fueron entonces por ella.
Ramírez había visto mensajes en Facebook y había oído de parientes que las madres que viajan a Estados Unidos con sus hijos podrán permanecer en ese país si logran cruzar la frontera. Decidió entonces partir hacia el norte con su hijos Sandra, de ocho años, y César, de cinco y quien se llama igual que su difunto padre.
Dos semanas y miles de kilómetros más tarde, el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de Estados Unidos había devuelto a Ramírez a la tierra de la que había huido en la provincia hondureña de Colón. La mujer seguía temiendo ser asesinada por la misma gente que mató a su esposo y ahora no tenía ningún plan para salir de esa pesadilla.
"No me quería venir pensé", expresó. "No le voy a poder cumplir los sueños a mis hijos. Me decían vas a trabajar para que nos compres un teléfono, una computadora y juguetes. Yo les decía que sí y lo que pudiera les iba a dar. Ahora ya no va ser así".
Abrumadas por la cantidad de mujeres y niños no acompañados que están cruzando ilegalmente la frontera, las autoridades estadounidenses intensificaron las deportaciones de centroamericanos. Ramírez fue una de 58 mujeres y niños enviados la semana pasada a San Pedro Sula, considerada una de las ciudades más peligrosas del mundo.
La inmigración ilegal de familias sobre todo centroamericanas y de menores sin sus padres alcanzó su máxima histórica este año al circular rumores de que los niños y las mujeres con menores podrían permanecer en Estados Unidos a la espera de que se resolviese su situación, lo que podía tomar años debido a los atrasos en la tramitación de estos casos. Más de 55.000 familias y de 57.000 menores no acompañados han llegado desde el 1ro de octubre y el gobierno de Barack Obama respondió ampliando la capacidad de alojar a inmigrantes detenidos y aumentando las deportaciones de familias, con lo que se procura desalentar más llegadas.